Paseando por el olivar escucho en Videodrome, de Radio 3, fragmentos de Mi nombre es Joe y Solas. Mi nombre es Joe es la historia de un ex-alcohólico que se dedica a ayudar o colaborar con la gente joven de un barrio marginal, mientras él poca ayuda recibe de una sociedad que no perdona las equivocaciones ni los malos pasos. “Algunos no pueden ir a la poli, algunos no pueden pedir un crédito en el banco, algunos no pueden cambiarse de casa y salir de aquí, algunos no pueden elegir” le dice Joe a Shara, una asistente social que intenta ayudarle pero que no es capaz de penetrar en la realidad profunda de su existencia, pertenece a otro entorno y no puede traspasar la frontera que separa el mundo de Joe del suyo.
En Solas, María, otra mujer maltratada por su infancia bajo la brutalidad de un padre alcohólico, por su trabajo, por su relación con un hombre para el que sólo es un objeto sexual, no halla más ayuda que la del alcohol hasta que encuentra la amistad de un vecino, un anciano también cargado de soledad al que le ha acercado su madre, una tercera solitaria con una sabiduría de las pequeñas cosas cotidianas y una humanidad de las que hasta ese momento carece María. Joe y María, perdedores solitarios y marginados sin posibilidad de elegir.
¿Y? pues que poco hago fuera de mis cosas, que soy una afortunada que vive una vida cómoda con tal número de posibilidades de elección que en ocasiones parece que me falta tiempo, y que quizá tendría que salir de mi burbuja al mundo. Pensamientos que se me cruzan de tarde en tarde, en un manso murmullo y que se quedan guardados en un rincón hasta que algún detalle en una conversación, en algo que escucho o veo los saca a la luz de nuevo. Entonces se pasean por mi corazón y mi cabeza dejando mi ánimo un tanto menguado y luego regresan a su rincón sin apenas dejar rastro.