- Courbet, el sueño. Me gusta muchísimo. La sensación de laxitud, de descanso después del placer, de felicidad tranquila, la piel de una de las mujeres casi transparente, los cabellos esparcidos sobre la almohada...
- Sí recuerdo haberlo disfrutado. Aunque, quizás, hace demasiados años como para recordar los detalles que tan vivamente describes, salvo la sensación de descanso tranquilo de ambas mujeres que, en cierta forma, indica una previa intensa agitación.
- Tan irracional es tu miedo al avión como el mío a lanzarme al vacío, y no hablo de hacer puenting ni saltar las cataratas del Niágara, hablo de tirarme a una piscina desde el borde o a un río desde una roca. Lo que, al menos aparentemente, se contradice con mi afición a la montaña.
-Mala suerte, no sólo tengo miedo al avión: comparto tu miedo al lanzamiento al vacío. Las escaleras de las piscinas las pusieron para gente como yo. Y en casi todas las pozas de la sierra hay piedras convenientemente situadas para que me pueda introducir en ellas (en las pozas, no en las piedras, que normalmente no se dejan introducir, en todo caso se introducen ellas en las tiernas carnecitas de sus viandantes).
-¿Cómo explicar las emociones, incluso el dolor casi físico, que me provoca en general toda la obra de Shostakovich? ¿Hay forma de trasladar esa experiencia, absolutamente subjetiva, a otro que no la tenga, a su vez, espontáneamente?
-Shostakovich. Le he oído muy poco. Recuerdo que escuché algo suyo en el auditorio una vez y me gustó, pero ni siquiera sé qué obra fue. Me despiertas la curiosidad. Mañana mismo. Tengo una sonata para violonchelo y alguna sinfonía.
-Conozco parejas en las que el hombre está controlado, a veces férreamente, por la esposa (buen nombre, ahora que caigo). Tal vez la diferencia es que este control es más sutil, se ve menos, está bañado de un supuesto cariño, protección o aparente dependencia, y casi siempre oculta un chantaje afectivo.
Hemos tenido no sólo discrepancias, también serios problemas que han estado a punto de dar al traste con nuestra relación, pero que una vez superados siempre han contribuido a que ésta crezca y podamos seguir haciéndola interesante y merecedora de existir. Hace muchísimos años que no creo en parejas sin problemas, conozco algunas que lo afirman, pero en ellas lo que veo es grisura, falta de vida.
-Es difícil creer en las parejas sin problemas. En las parejas o en cualquier otra forma de convivencia; tanto más íntima y cercana, tanto más difícil. Las hay, claro. La cuestión está en el precio a pagar. Grisura y falta de vida, dices, y efectivamente esas son dos de las monedas frecuentes en la transacción. Sobre todo si consideras elementos de la falta de vida la apatía, la indiferencia, la rutina, el mero interés, la ruindad, incluso la total ausencia de cariño.
-Somos ambiguos, incoherentes, complejos, y nos empeñamos en cuadricularnos para poder vivir tranquilos y con unos buenos agarres que nos impidan perder el equilibrio. Todo esto a partir de la visión de La mitad del cielo. Podría haber sido otra película, pero fue esa. El personaje de Rosa, la protagonista. La importancia de lo sutil por encima de lo obvio. De qué manera artistas como Tarkovski, Musil, ¿Bergman?, los expresionistas, se observan y caminan a lo largo de su obra sin intentar enseñar nada ni llevar a cabo un proyecto, sólo caminando, sin destino prefijado, lo contrario tal vez sería Bretch. Nosotros nos nutrimos de una parte de esa experiencia pero llevándola por nuestra propia senda que no tiene por qué coincidir con la del artista.
-Mencionas a Bergman, si bien entre interrogaciones, como posible ejemplo de sutileza y estoy de acuerdo contigo. No estoy tan de acuerdo con que sólo camine, sin proyecto, sin destino. Sí en los otros ejemplos. Pero Bergman, aún siendo un prototipo de nueva experiencia que transforma las anteriores, sus últimas películas aparentando acercarse a sus personajes en sí mismos y no transidos por la angustia del exterior, no deja por ello, primero manifiestamente, más sutilmente después, de intentar, a lo largo de toda su obra, sustraerse a sus propios fantasmas proyectándolos sobre personajes que, en muchas ocasiones, parecen no tener otra función que recibir tales fantasmas. Siempre la angustia, siempre el silencio, siempre la agonía, siempre la nada, precisamente para quien siente la necesidad de tener fe, fe en lo que sea. Las brumas nórdicas (Kierkegaard, Scheler) persiguen al autor y a su sombra, sus personajes, hasta en los momentos más luminosos y polícromos.
-No recuerdo quién decía que “Otelo no estaba celoso porque Desdémona fuera bella sino porque él era negro”. Más allá de si Otelo era negro o no (Shakespeare sólo lo describe como “Moro al servicio del Dux de Venecia”, que nada indica sobre el color de su piel), los celos parten de un sentimiento derivado de la comparación. Pero, Victoria, de una comparación en la que el afectado, ya de partida, se siente a sí mismo devaluado frente al que considera su oponente. Podría no haber pañuelo, podría no haber Cassio, podría no haber nada... El resultado sería idéntico. Tarde o temprano aparecería algo o alguien que obligara a la comparación. Salvo, claro está, que se afronte la realidad y Otelo sea capaz de decirse a sí mismo: “Mi color es hermoso”, “Yo soy hermoso” y “Tanto como cualquier otro, merezco a Desdémona y Desdémona me merece”. Independientemente de la época de la vida. Naturalmente, merecer a Desdémona no significa poseer a Desdémona. Merecer ser de Desdémona no significa ser poseído por Desdémona. Sólo desde la libertad de cada elemento se puede alcanzar la libertad del conjunto. La ausencia de esa libertad no sería merecimiento sino posesión.
-Los celos y la comparación ¿surgen siempre que se ejercita la libertad? No sé si necesariamente. Conozco personas (poquísimas, eso sí) que tienen el sentido de la libertad tan asumido y que dan a su vida íntima, propia, a la que les pertenece sólo a ellos, un valor tan grande que les lleva a situarse por encima de comparaciones y celos. Para mí es una incógnita el cómo se puede alcanzar ese estado de gracia, y creo que lo será siempre. Yo me lo tengo que ganar con el sudor de mi frente.
-Con esta amistad tan mágica como de momentos mágicos,
Un beso y todos los recuerdos.
-Gracias, Conrado
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