Bernard Hermann es unos de los mejores compositores de bandas sonoras, eso ya lo sabe cualquier aficionado. Para mí es, quizá, el mejor. Sus bandas sonoras no suelen estar dedicadas a destacar lo que va sucediendo a lo largo de la película sino que reflejan precisamente lo que no se ve: sentimientos, miedos, estados de ánimo. Es, además, música que se puede disfrutar también sin el apoyo de las imágenes.
Estudió composición y dirección y se relacionó profesionalmente con compositores como Copland, Gershwin, y Percy Grainger a cuyas clases asistió. Por cierto que yo no tenía ni idea de quién era Grainger hasta que hace unos días me llegó a través de una suscripción, un vídeo de este compositor, una obra titulada Handel in the Strand, que me encantó y en la que, según el propio Grainger, creaba una conexión entre Haendel y la comedia musical inglesa; esto lo leí después, yo lo que escuché fue un Haendel contento y divertido.
Herrmann compuso también piezas para piano, sinfonías y una ópera. La primera obra de la que he encontrado referencia es el Preludio para piano, de 1935. Una obra muy breve, contundente y algo lóbrega.
Sólo encontré este vídeo y no permite insertar, pongo el enlace.
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En 1938 compuso una cantata inspirada en Moby Dick. Aquí algunos fragmentos.
Trabajó también en la radio poniendo música a documentales radiofónicos. Así fue como conoció a Orson Welles colaborando en La guerra de los mundos, lo que le llevó al cine al encargarse de la partitura para Ciudadano Kane. Hace unos días volví a ver la película como inicio de un ciclo que me he programado para mí misma y, la verdad es que me decepcionó. La recordaba de otras veces como una obra de arte y lo que ahora veo es una buena película, original en su tratamiento visual, con fuerza, pero sin la suficiente calidad como para ser considerada una de las obras maestras de la historia del cine. La historia tiene un tantico de culebrón, los personajes no emocionan, quizá se salve el de Joseph Cotten. Tampoco las actuaciones, salvo, de nuevo, la de Joseph Cotten, son destacables ni mucho menos. Es uno de esos mitos que, tanto en cine como en literatura o en cualquier tipo de expresión artística, parece que hay que mantener en su pedestal a riesgo de ser señalados con el dedo de los supuestos expertos. Sin embargo la banda sonora de Herrmann es muy buena, sobre todo instrumentalmente, pero también por su variedad y adecuación al desarrollo de la película, la orquestó mientras se rodaba y participó en el montaje
De Ciudadano Kane me fui a El cuarto mandamiento (vaya título, mejor The Magnificent Amberson) entre otras cosas porque tenía un buen recuerdo. Pffff. Esto si que era un culebrón total con actuaciones pésimas (horror Dolores Costello) excepto, de nuevo, Joseph Cotten. Como excusa el hecho de que el montaje final no fuera obra de Welles sino de la productora. Aunque sus personajes planos y tópicos sí son responsabilidad suya. Con la música pasa algo parecido, también la banda sonora fue manejada por la productora.
Y viene la época romántica con Alma rebelde (Jane Eyre) y El fantasma y la señora Muir. La película no estaría mal si no fuera por la presencia de Joan Fontaine a la que no soporto, siempre el mismo gesto, incluso cuando su personaje necesita mostrar fuerza y determinación, la misma expresión de bondad-pocacosa-ingenuidad rayando en lo estúpido, la estés viendo en Alma rebelde, Rebeca o Nacida para el mal, da lo mismo. La banda compuesta para Alma rebelde se basa en tres melodías, una para acompañar a la protagonista, un tema de amor y un tercer tema más misterioso necesario para la intriga y el personaje de Orson Welles.
El fantasma y la señora Muir es una película preciosa, que he visto más de una vez y seguiré viendo. Una historia de amor suave, llena de silencios, de miradas, Una película y una banda sonora melancólicas, elegantes, apacibles, cálidas. Y Gene Tierney un maravilloso descanso después de haber soportado a Joan Fontaine. Y el mar...
Un buenísimo final para el post.
Continuará...
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