La tercera ópera de la llamada trilogía romántica de Wagner es Lohengrin.
En Lohengrin, el personaje masculino principal, hijo de Parsifal, y que da nombre al título de la obra, es un caballero del Santo Grial; este tema, basado en lo que cuenta la tradición sobre el Santo Grial y los escritos a partir de dicha leyenda, aparece también en la última ópera de Wagner: Parsifal.
Claudio Abbado dirige a la Orquesta del Festival de Lucerne
Los personajes femeninos de Lohengrin
son Elsa y Ortrud. Elsa, creada para una voz de soprano, es princesa
de Bravante y se convertirá a lo largo de la obra en la esposa de
Lohengrin. Su hermano, el niño duque de Bravante ha desaparecido.
Telramund, un conde que se ha ocupado de tutelar a ambos acusa a Elsa
de haber asesinado a su hermano. Ella pide ayuda al caballero del
Grial al que ha visto en sueños y el conflicto se resuelve con un
juicio de Dios en el que sale victorioso el caballero. Lohengrin y
Elsa se casan. Lohengrin advierte a Elsa que nunca deberá
preguntarle por su nombre ni por su origen, y aquí comienza el
conflicto en el que, en el caso de Elsa, están involucrados el amor,
el miedo de Elsa a perder a Lohengrin y la desconfianza alimentada
por Ortrud.
Ortrud es la esposa de Telramund, se la
califica normalmente como hechicera, pero, lo único que hace pensar
en ello es que, al igual que Elsa según sus creencias o Lohengrin de
acuerdo con su estirpe, menciona o pide ayuda a sus dioses, Ortrud es
también descendiente de los antiguos gobernantes del país, y quiere
conseguir el poder y el gobierno del ducado de Bravante para ella y
Telramund.
Elsa es quizá el personaje femenino
wagneriano que puede dar pie más fácilmente a la discrepancia en
cuanto a su forma de ser; esto, incluso aunque conozcamos lo que dice
Wagner sobre él o lo que cuenta la leyenda.
Wagner escribe acerca del personaje de
Elsa: “Desde
el principio vi en Elsa lo que siempre había soñado. Ella es la
antítesis de Lohengrin -naturalmente no la antítesis total de este
ser tan lejano, sino mas bien la otra faz de su misma naturaleza- es
el necesario y deseado complemento de su parte masculina. Elsa es lo
inconsciente, lo espontáneo, en lo cual, el consciente e inflexible
Lohengrin, desea fundirse y este deseo hace que la parte espontánea
e instintiva de Lohengrin se sienta unida al ser de Elsa. Esta
capacidad de poseer una “conciencia inconsciente” ha hecho que
yo, igual que Lohengrin, haya captado la naturaleza femenina -dándome
el impulso necesario para plasmarla lo más auténticamente posible-
con una comprensión cada vez más profunda.”
Cierto que Elsa es lo inconsciente y lo espontáneo frente a la racionalidad de Lohengrin pero la visión que de Elsa existe en las palabras de Wagner parece exclusivamente halagadora. Veo esa espontaneidad de Elsa más como una reacción elemental a la relación que Lohengrin impone, una reacción explícita en los celos (“¡Ahora veo claramente mi desgracia! El destino que abandonaste era, en verdad, tu suprema felicidad. Viniste a mí desde los gozos y... ¡aspiras volver a ellos!. ¿Cómo puedo creer, mísera de mí, que mi fidelidad es bastante para ti? “), la inseguridad, la posesión (“Ah, ¿cómo podría yo conseguir atarte realmente a mí?“), la sumisión a Lohengrin (“Como ahora estoy postrada a tus pies, así me entrego a ti por entero”) y a las normas establecidas, algo que, en parte, también le sucedía a la Elisabeth de Tannhaüser, y la falta de fuerza ante las maniobras de Ortrud para hacer crecer en ella la desconfianza hacia Lohengrin que, por otra parte, también hay que decirlo, sanciona unilateralmente lo que debe ser su matrimonio con Elsa; es un personaje impasible, orgulloso y egoísta.
Wagner da también otra interpretación, ésta más curiosa, pero a la vez muy interesante, sobre los personajes principales de la ópera. (Elsa) “el espíritu del pueblo que aspira profundamente a elevarse”, (Lohengrin) “que representa la élite de la inteligencia y del poder, y que, cualquiera que sea su generosidad, por su propia naturaleza, ofrece siempre al pueblo un cierto sentimiento de duda del que se aprovechan las fuerzas reaccionarias”. Algo de esa necesidad de encumbrarse hay en la naturaleza de las personas y, por supuesto, la duda es más que lógica, pero no sé cuáles son las fuerzas reaccionarias en el argumento de la obra, quizá Wagner no se refería a su ópera porque yo, al menos, no veo claramente que Ortrud y Telramund sean fuerzas reaccionarias, Ortrud quiere recuperar lo suyo, al igual que Elsa; quizá sí si se considera la participación de Lohengrin en la disputa por el ducado como algo revolucionario pero no en cuanto a la trama amorosa, lo que pretende Lohengrin con Elsa es más bien reaccionario.
Cierto que Elsa es lo inconsciente y lo espontáneo frente a la racionalidad de Lohengrin pero la visión que de Elsa existe en las palabras de Wagner parece exclusivamente halagadora. Veo esa espontaneidad de Elsa más como una reacción elemental a la relación que Lohengrin impone, una reacción explícita en los celos (“¡Ahora veo claramente mi desgracia! El destino que abandonaste era, en verdad, tu suprema felicidad. Viniste a mí desde los gozos y... ¡aspiras volver a ellos!. ¿Cómo puedo creer, mísera de mí, que mi fidelidad es bastante para ti? “), la inseguridad, la posesión (“Ah, ¿cómo podría yo conseguir atarte realmente a mí?“), la sumisión a Lohengrin (“Como ahora estoy postrada a tus pies, así me entrego a ti por entero”) y a las normas establecidas, algo que, en parte, también le sucedía a la Elisabeth de Tannhaüser, y la falta de fuerza ante las maniobras de Ortrud para hacer crecer en ella la desconfianza hacia Lohengrin que, por otra parte, también hay que decirlo, sanciona unilateralmente lo que debe ser su matrimonio con Elsa; es un personaje impasible, orgulloso y egoísta.
Wagner da también otra interpretación, ésta más curiosa, pero a la vez muy interesante, sobre los personajes principales de la ópera. (Elsa) “el espíritu del pueblo que aspira profundamente a elevarse”, (Lohengrin) “que representa la élite de la inteligencia y del poder, y que, cualquiera que sea su generosidad, por su propia naturaleza, ofrece siempre al pueblo un cierto sentimiento de duda del que se aprovechan las fuerzas reaccionarias”. Algo de esa necesidad de encumbrarse hay en la naturaleza de las personas y, por supuesto, la duda es más que lógica, pero no sé cuáles son las fuerzas reaccionarias en el argumento de la obra, quizá Wagner no se refería a su ópera porque yo, al menos, no veo claramente que Ortrud y Telramund sean fuerzas reaccionarias, Ortrud quiere recuperar lo suyo, al igual que Elsa; quizá sí si se considera la participación de Lohengrin en la disputa por el ducado como algo revolucionario pero no en cuanto a la trama amorosa, lo que pretende Lohengrin con Elsa es más bien reaccionario.
ELSA
Nada podría devolverme el sosiego,
ni liberarme de mi locura..., nada sino
aunque me cueste la vida...
¡saber quién eres!
LOHENGRIN
Elsa, ¿qué pretendes?
ELSA
Desventurado y noble hombre,
escucha la pregunta que te hago:
¡Dime tu nombre!
LOHENGRIN
¡Detente!
ELSA
¿De dónde has venido?
LOHENGRIN
¡Desdichada de ti!
ELSA
¿Cuál es tu linaje?
LOHENGRIN
¡Ay de nosotros!. ¿Qué has hecho?
Nada podría devolverme el sosiego,
ni liberarme de mi locura..., nada sino
aunque me cueste la vida...
¡saber quién eres!
LOHENGRIN
Elsa, ¿qué pretendes?
ELSA
Desventurado y noble hombre,
escucha la pregunta que te hago:
¡Dime tu nombre!
LOHENGRIN
¡Detente!
ELSA
¿De dónde has venido?
LOHENGRIN
¡Desdichada de ti!
ELSA
¿Cuál es tu linaje?
LOHENGRIN
¡Ay de nosotros!. ¿Qué has hecho?
Ortrud también provoca opiniones contrarias. Al fin y al cabo es lo opuesto a Elsa, por tanto según la visión que tengamos de ella, así veremos a Ortrud.
Y de Ortrud, dice Wagner: “Ortrud es una mujer que no conoce el amor. Con esto está dicho todo, ésto basta para demostramos que se trata de un personaje terrible. Sólo vive para la politica. Un hombre politíco es desagradable, pero una mujer política es odiosa, y es a este odio al que debo dar vida. El único amor que existe en esta mujer es el que siente por el pasado, por las generaciones ya desaparecidas, un amor repulsivo, insensato, basado en un orgullo ancestral que se manifiesta a través del odio hacia todo lo que la rodea, hacia todo lo que existe. En un hombre este tipo de amor es grotesco, pero en una mujer es temible ya que -por su poderosa e instintiva necesidad de amar- el orgullo de raza, la pasión por el pasado se convierte en un fanatismo maligno. La historia nos muestra que las acciones más crueles son las de las mujeres politicas. No son pues los celos hacia Elsa -quizás provocados por Telramund- lo que Ortrud descubre al estallar su furia contenida en la escena del segundo acto, cuando sentada en los escalones de la catedral -tras desaparecer Elsa de la terraza- invoca los antiguos dioses ya olvidados. Es una reaccionaria que sueña sólo con el pasado, enemiga de todo lo nuevo desea exterminar el mundo que la rodea para devolver la vida a los dioses corrompidos, y en Ortrud ésto no es una fantasía enfermiza, posee toda la violencia -primitiva, inhumana, irracional- de la pasión que provoca esta necesidad de amar tan femenina que puede convertirse el algo espantoso.
Por
esto el más pequeño detalle en su interpretación es importante;
nunca debe parecer mezquina, maliciosa o herida en su amor propio.
Todas las manifestaciones de su desdén y de su maldad deben
traslucir la violencia de su delirio que sólo puede quedar
satisfecho aniquilando a los otros... y al final a si misma.”
Cierto
que Ortrud es ambiciosa, que no repara en nada con tal de conseguir
su propósito pero tiene una fuerza totalmente opuesta a la debilidad
de Elsa y no necesita que nadie la salve, es incluso más fuerte que
Telramund.
ELSA
¡Oh, aires que con tanta frecuencia
os confié mis lamentos!
¡A vosotros os debo gratitud
por cómo se ha cumplido mi dicha!
ORTRUD
¡Es ella!
TELRAMUND
¡Elsa!
ELSA
Vosotros le trajisteis.
Vosotros le allanasteis el camino.
Vosotros, que le protegisteis
de las salvajes tempestades del mar.
ORTRUD
¡Maldecirá cada uno de los instantes
en que mis ojos la han mirado!
ELSA
¡Con frecuencia acudí a vosotros
para secar mis lágrimas!.
¡Refrescad ahora mis mejillas
abrasadas por el amor!
ORTRUD
(a Telramund)
¡Fuera!
¡Márchate, vete un momento de aquí!
TELRAMUND
¿Por qué?
ORTRUD
Ella es mía...
¡A ti te pertenece el héroe!
ELSA
¡Refrescad ahora mis mejillas
abrasadas por el amor!,
¡por el amor!
ORTRUD
¡Elsa!
ELSA
¿Quién me llama?.
¿Quién pronuncia mi nombre
en la noche tan siniestro y suplicante?
ORTRUD
¡Elsa!.
¿Tan extraña te resulta ya mi voz?.
¿Acaso rechazas a la pobre mujer
que a tan lejano destierro envías?
ELSA
¡Ortrud!, ¿eres tú?.
¿Qué haces aquí,
mujer desdichada?
ORTRUD
¡"Mujer desdichada"!
¡No te falta razón para llamarme así!.
En la distante soledad del bosque,
donde vivía en paz y tranquilidad,
¿qué te hice yo?, ¿qué te hice yo?.
Desdichada, tan sólo estaba llorando
la desgracia que desde hace tiempo
persigue a mi estirpe.
¿Qué te hice yo?,
¿qué te hice yo?
ELSA
Por Dios, ¿de qué me acusas?.
¿Soy yo quien te trajo la desgracia?
ORTRUD
¿Cómo pudiste envidiar
la dicha que me supuso
el que me tomase por esposa
aquél hombre
a quien despreciaste?
ELSA
¡Dios misericordioso!
¿qué estás diciendo?
ORTRUD
Si un error le llevó a él a acusarte
de un crimen, mujer inocente...
su corazón se desgarra por la aflicción
y está pagando una terrible penitencia.
ELSA
¡Dios de justicia!
ORTRUD
¡Oh, tú eres dichosa!
Después de un breve sufrimiento,
ahora te sonríe la vida.
Dichosa puedes separarte de mí,
enviándome tras la estela de la muerte,
¡para que mi lúgubre desgracia
no venga a perturbar tu felicidad!
ELSA
¡Qué mal recompensaría tu bondad,
Todopoderoso, que me haces tan feliz,
si yo apartase a la desgraciada
que ante mí se postra en el polvo!
¡Oh, nunca, Ortrud!. ¡Espérame!
¡Yo misma te abriré paso!
ORTRUD
¡Dioses ultrajados!
¡Socorredme en mi venganza!.
¡Castigad la afrenta que os han hecho!
¡Dadme fuerzas
para servir a vuestra sagrada causa!
¡Aniquilad la vil locura
de los apóstatas!.
¡Wotan!,
¡a ti, suprema fuerza, te invoco!
¡Excelsa Freia, escúchame!
¡Bendecid mis ardides y mentiras,
para que mi venganza tenga éxito!
¡Oh, aires que con tanta frecuencia
os confié mis lamentos!
¡A vosotros os debo gratitud
por cómo se ha cumplido mi dicha!
ORTRUD
¡Es ella!
TELRAMUND
¡Elsa!
ELSA
Vosotros le trajisteis.
Vosotros le allanasteis el camino.
Vosotros, que le protegisteis
de las salvajes tempestades del mar.
ORTRUD
¡Maldecirá cada uno de los instantes
en que mis ojos la han mirado!
ELSA
¡Con frecuencia acudí a vosotros
para secar mis lágrimas!.
¡Refrescad ahora mis mejillas
abrasadas por el amor!
ORTRUD
(a Telramund)
¡Fuera!
¡Márchate, vete un momento de aquí!
TELRAMUND
¿Por qué?
ORTRUD
Ella es mía...
¡A ti te pertenece el héroe!
ELSA
¡Refrescad ahora mis mejillas
abrasadas por el amor!,
¡por el amor!
ORTRUD
¡Elsa!
ELSA
¿Quién me llama?.
¿Quién pronuncia mi nombre
en la noche tan siniestro y suplicante?
ORTRUD
¡Elsa!.
¿Tan extraña te resulta ya mi voz?.
¿Acaso rechazas a la pobre mujer
que a tan lejano destierro envías?
ELSA
¡Ortrud!, ¿eres tú?.
¿Qué haces aquí,
mujer desdichada?
ORTRUD
¡"Mujer desdichada"!
¡No te falta razón para llamarme así!.
En la distante soledad del bosque,
donde vivía en paz y tranquilidad,
¿qué te hice yo?, ¿qué te hice yo?.
Desdichada, tan sólo estaba llorando
la desgracia que desde hace tiempo
persigue a mi estirpe.
¿Qué te hice yo?,
¿qué te hice yo?
ELSA
Por Dios, ¿de qué me acusas?.
¿Soy yo quien te trajo la desgracia?
ORTRUD
¿Cómo pudiste envidiar
la dicha que me supuso
el que me tomase por esposa
aquél hombre
a quien despreciaste?
ELSA
¡Dios misericordioso!
¿qué estás diciendo?
ORTRUD
Si un error le llevó a él a acusarte
de un crimen, mujer inocente...
su corazón se desgarra por la aflicción
y está pagando una terrible penitencia.
ELSA
¡Dios de justicia!
ORTRUD
¡Oh, tú eres dichosa!
Después de un breve sufrimiento,
ahora te sonríe la vida.
Dichosa puedes separarte de mí,
enviándome tras la estela de la muerte,
¡para que mi lúgubre desgracia
no venga a perturbar tu felicidad!
ELSA
¡Qué mal recompensaría tu bondad,
Todopoderoso, que me haces tan feliz,
si yo apartase a la desgraciada
que ante mí se postra en el polvo!
¡Oh, nunca, Ortrud!. ¡Espérame!
¡Yo misma te abriré paso!
ORTRUD
¡Dioses ultrajados!
¡Socorredme en mi venganza!.
¡Castigad la afrenta que os han hecho!
¡Dadme fuerzas
para servir a vuestra sagrada causa!
¡Aniquilad la vil locura
de los apóstatas!.
¡Wotan!,
¡a ti, suprema fuerza, te invoco!
¡Excelsa Freia, escúchame!
¡Bendecid mis ardides y mentiras,
para que mi venganza tenga éxito!
Aquí
canta Waltraud Meier, mezzo que me enamoró desde que la vi en
Parsifal y después en este papel y en el de Isolda.
Lo
que menos me gusta de la versión que tengo (Elsa: Solveig
Kringehborn, Lohengrin: Klaus Florian Vogt, Ortrud: Waktraud Meier
con la Orquesta Sinfónica de Berlín dirigida por Kent Nagano y
puesta en escena de Nikolaus Lehnhoff) es la interpretación de Klaus
Florian Voigt, no es que sea mal cantante, pero tiene una voz que me
desagrada y que creo que no concuerda con el personaje de Lohengrin.
Podemos comparalo con otros intérpretes como Jonas Kaufmann, Jess
Thomas o Wolfgang Windgassen. Antes, el texto correspondiente a In
fernem land, al final del acto tercero, cuando Lohengrin desvela ante
todos su origen y su nombre.
En
tierras lejanas,
inaccesibles para vosotros,
se encuentra una fortaleza
llamada Montsalvat.
En su centro se yergue
un majestuoso templo,
tan espléndido
que en la tierra nada hay
tan precioso como él.
En su interior
se guarda un cáliz
bendito y milagroso,
como bien más preciado.
Una corte de ángeles celestiales
lo trajo a la tierra
para que fuese custodiado
por los hombres más virtuosos.
Cada año una paloma
desciende del cielo
para infundir nueva fuerza
a su poder milagroso.
Es conocido como el Grial,
y de él reciben los caballeros
la fe más pura y gloriosa.
Quien es escogido
para servir al Grial
recibe de éste un poder sobrenatural.
Contra él nada puede
la mentira del hombre malvado
y en su presencia
la noche de la muerte se desvanece.
Quien por él es enviado
a lejanas tierras
para defender la virtud,
no queda privado
de su sagrada fortaleza,
siempre que se ignore
que es un caballero del Grial.
Tan sublime es la gracia del Grial
que quien la descubra...
deberá huir de las miradas profanas.
Por ese motivo no ha de existir
duda ninguna sobre sus caballeros,
puesto que si los reconocéis
deberán abandonaros.
¡Escuchad ahora
cómo premio la pregunta prohibida!
Fui enviado a vosotros por el Grial.
Mi padre, Parsifal,
ciñe la corona.
Soy su caballero...
y mi nombre es Lohengrin
inaccesibles para vosotros,
se encuentra una fortaleza
llamada Montsalvat.
En su centro se yergue
un majestuoso templo,
tan espléndido
que en la tierra nada hay
tan precioso como él.
En su interior
se guarda un cáliz
bendito y milagroso,
como bien más preciado.
Una corte de ángeles celestiales
lo trajo a la tierra
para que fuese custodiado
por los hombres más virtuosos.
Cada año una paloma
desciende del cielo
para infundir nueva fuerza
a su poder milagroso.
Es conocido como el Grial,
y de él reciben los caballeros
la fe más pura y gloriosa.
Quien es escogido
para servir al Grial
recibe de éste un poder sobrenatural.
Contra él nada puede
la mentira del hombre malvado
y en su presencia
la noche de la muerte se desvanece.
Quien por él es enviado
a lejanas tierras
para defender la virtud,
no queda privado
de su sagrada fortaleza,
siempre que se ignore
que es un caballero del Grial.
Tan sublime es la gracia del Grial
que quien la descubra...
deberá huir de las miradas profanas.
Por ese motivo no ha de existir
duda ninguna sobre sus caballeros,
puesto que si los reconocéis
deberán abandonaros.
¡Escuchad ahora
cómo premio la pregunta prohibida!
Fui enviado a vosotros por el Grial.
Mi padre, Parsifal,
ciñe la corona.
Soy su caballero...
y mi nombre es Lohengrin
5 comentarios:
Muy bueno todo lo que escribes sobre las mujeres de Wagner; amo su música, es un mundo infinito de belleza.
He disfrutado leerte.
Esperaré tu opinión sobre Eva
(Maestros Cantores es, actualmente, mi ópera favotita de Wagner)
Saludos.
Muchas gracias, Amfortas.
He visitado tu blog y tu página de Google y me he suscrito a ambas, tengo mucho que aprender en este campo de la ópera; me gustaba desde hace tiempo pero es ahora cuando empiezo a disfrutarla al completo, y escribir algo sobre lo que escucho me ayuda. Con todo respeto hacia La flauta mágica o El Orfeo, que me gustan muchísimo, aún no he encontrado nada que iguale a Wagner.
Entiendo que entre Amfortas y Sixtus Beckmesser hay distancia y quizá éste o Hans Sachs no te sirvan como seudónimo a pesar de tus preferencias, pero son encantadores.
Un abrazo
Victoria
Gracias. Vi tu comentario en mi blog e igual ahora sigo el tuyo, pero, como que no te gusta La Flauta Mágica? ¡Es Mozart por dios! Esa ópera yo la considero como una de las creaciones humanas más divinas, no sólo de la música, sino de toda la historia del arte.
Pero respeto tu opinión en verdad.
Un Saludo
¡Horror, sacrilegio! ¡Cómo no me va a gustar La flauta mágica! Debí de expresarme de manera un tanto retorcida para que me entendieras mal. Me gusta todo Mozart, en especial La flauta mágica, maravilla de las maravillas. Y también el Orfeo de Monteverdi, y otras. lo que quise decir es que estas dos son las que, desde mi gusto y desde mi poca experiencia operística, son las que más pueden competir con Wagner.
He tenido que responder a vuelta de correo para quedarme tranquila.
Siento haberte golpeado en tu sensibilidad.
Gracias por seguirme y un abrazo.
Victoria
O.K ahora entiendo.
Saludos.
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