16 de diciembre de 2007

Otoño

Atacama, Chile


Parece que mi blog tiende últimamente a la melancolía, a los recuerdos. ¿Será culpa del otoño?

Los tonos ocres, amarillos, naranjas, azules del frío amanecer y fucsias y violetas del final del día velan el otoño de Gedrez, el más intenso en mi memoria. Hoy mi parcela está cubierta de hojas muertas; no asocio la muerte con la falta de belleza. Cuando miro los árboles que poco a poco se van desprendiendo de su vida de verano me confundo con ellos, me siento parte de la naturaleza, del ciclo de vida y muerte y nueva vida que se repite una y otra vez.


El otoño es una estación preciosa, llena de colores variados, igual que mi vida en este momento también otoñal.

Los años de mi niñez y de mi adolescencia son bellos pero teñidos sólo de tonos verdeazulados, casi siempre en la espera del lo que llegará después. Los colores de mi verano personal son llamativos, casi estridentes; están llenos de búsqueda, de una búsqueda agitada; esos momentos difíciles eran pasos hacia delante que iban preparando lo que es mi vida ahora; años en que los problemas, la falta de experiencia en tantas cosas, la inseguridad no propiciaban el estar en compañía de una misma tranquilamente sintiendo el paso del tiempo. Mi otoño de ahora también está a la expectativa pero de una manera pausada, mucho más suave, como sus colores. Esta es mi impresión de hoy, de estos días en que, salvo en el trabajo, no tengo más contacto que el de mis perros, mi parcela y yo misma. Estoy en el final de estación que anuncia el invierno, un invierno desconocido, al que procuraré no vestir de gris.


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