Última vigilia
Qué oscuras son tus sienes,
tus manos, qué pesadas.
¿Tan lejos ya de mí
que no me escuchas?
Bajo las llamaradas de la luz
estás tan triste y tan envejecida.
Tus labios cruelmente
crispados en eterna rigidez.
Mañana será ya todo silencio,
y quizá esté en el aire
todavía el crujir de las coronas,
y su olor a podrido.
Pero las noches cada año
se vacían aún más.
Aquí, donde yacía tu cabeza
y ligera fue siempre tu respiración.
2 comentarios:
Convivir con ese hueco de la otra mitad de la cama que se te va haciendo barranco Insoportable para quién ha amado profundamente.
Un beso
Hermoso comentario, gracias poeta.
Un beso
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