El cabo del terror (Lee Thompson, 1962)
nos introduce en la pesadilla de un abogado cuya vida tranquila
se ve alterada por la persecución a la que se ve sometido, junto a
su familia, por parte de un delincuente al que hace años llevó a la
cárcel. La película tiene un buen guión que falla sólo al final
cuando la acción sustituye a los diálogos y a un ambiente en el que
predominaba el terror psicológico, una actuación sobresaliente de
Robert Mitchum (cómo cambia la expresión de psicópata por la de
infeliz al verse acorralado en la última secuencia) y una estupenda
fotografía con un buen uso de luces y sombras.
La partitura está dentro del estilo
clásico de Herrmann, el que se ha escuchado principalmente en las
películas de Hitchcock. Una música acorde a su género por una
parte, pero también dedicada a la enfermiza mente del personaje
interpretado por Mitchum, y desde luego perturbadora.
Cuatro
notas descendentes componen el tema central que se escucha en la
obertura, primero por los metales y después por las cuerdas. Va
evolucionando a lo largo de la película en unas variaciones que
apoyan instantes de terror o de intriga o de acción .
En
el minuto 1,26, en la secuencia primera en Cape Fear convierte el
tema en un motivo lírico para pasar poco a poco, y de nuevo, al
ambiente de angustia y miedo. En este regreso al terror, en el minuto
4,45, las cuerdas, durante unos instantes, nos hacen escuchar el
chapoteo del agua producido por la barca que se acerca al refugio de
las protagonistas, un uso de sonidos onomatopéyicos como ya hizo en
otras de sus partituras, lo primero que viene a la memoria son los
violines de Psicosis en la escena de la ducha y la percusión que
daba vida a los movimientos de los esqueletos en Simbad y la
princesa.
El
tema principal se desarrolla durante más de diez minutos en la
secuencia final, aumentando tanto el ritmo como el tono en el momento
culminante de la pelea entre los personajes de Mitchum y Gregory
Peck.
Aquí el enlace: http://www.youtube.com/watch?v=q38DDjczNFA
Coincidiendo
con la muerte de Ray Bradbury, veo Fahrenheit 451, la siguiente
partitura de Herrmann que quiero comentar. Una sencilla casualidad..
Fahrenheit
451 (Truffaut, 1966) ha perdido parte de su valor cinematográfico en
lo que se refiere a la puesta en escena, no así en el
mensaje-denuncia de un mundo dominado por el igualitarismo trivial e
inculto al que lleva la ignorancia, la falta de capacidad crítica y
la incultura fomentadas por el Estado mediante el aislamiento, el
miedo o la violencia.
Durante
los años sesenta y setenta se produce un cambio importante en la
música de cine, el clasicismo va siendo sustituido en gran parte por
la utilización de melodías sencillas, aportaciones de otras músicas
como el jazz o el pop.... La música de Herrmann también evoluciona
hacia unas características más cercanas al impresionismo, como
sucede en Fahrenheit 451 o al jazz, caso de la partitura de Taxi
Driver.
El
ambiente futurista de la película precisaba, según el director, de
una partitura de igual signo. Por otra parte consideraron que la
banda sonora apoyaría más la historia si ofrecía un contraste
entre la gravedad de la situación narrada (el totalitarismo
reflejado en la quema de libros por un ejército de bomberos y la
caza de los lectores y poseedores de libros) y una música suave en
consonancia con el personaje femenino, una mujer militante pero
pacífica, tranquila e idealista al igual que el mundo en el que
viven las personas que han escapado a la persecución estatal y que
defienden la perdurabilidad de los libros aprendiéndolos de memoria.
En
los títulos de crédito está el Herrmann de siempre con su halo de
misterio y su atracción hipnótica en un estilo similar al de
Vértigo.
Un
Herrmann algo más diferente es el que acompaña el trayecto del
coche de bomberos y la quema de los libros requisados, apoyando la
acción con contundencia.
Emotividad,
paz, reposo en la parte más hermosa de la partitura, la secuencia
final, cuando vemos a los hombres-libro paseando, sentados o en su
intimidad. La fuerza que va adquiriendo al final refleja el triunfo
o, al menos, la fuerza de la libertad sobre el totalitarismo.
Taxi
Driver fue la última película para la que Herrmann compuso, murió
poco después de grabar su partitura.
Se
trata de la historia de un veterano de Vietnam que no soporta el
ambiente sórdido de las calles que transita de noche con su taxi, de
sus traumas, de sus intentos fallidos para integrarse en la sociedad
y de su camino inevitable hacia la violencia final. Es para mí la
mejor película de Scorsese cuya obra, en mi opinión y exceptuando
los documentales musicales, que no he visto, ha perdido calidad a
partir de la realización de Uno de los nuestros dejando dos
películas que, en contra de una buena parte de la crítica, me
parecen sólo pasables: Casino y Gangs of New York.
El
argumento de la película y el papel que juega en ella la ciudad
precisaba de una partitura cercana al jazz. Herrmann no había
compuesto anteriormente nada en este estilo y pidió ayuda a un
músico amigo: Christofer Palmer que arregló una melodía antigua de
Herrmann y que fue utilizada como tema principal. Es una melodía
maravillosa en la que el saxo, acompañando la soledad del
protagonista, hace que sintamos una cierta simpatía y comprensión
hacia éste.
En
contraste con la calidez de este tema está el que subraya las
dificultades psicológicas del personaje protagonista con un
importante uso del arpa y que también se utiliza, con una
estructura diferente, al final de la película.
Un
elaboradísimo fragmento es el que apoya la secuencia de los
asesinatos. Las sonoridades que varían desde lo sombrío de las
cuerdas, a la dureza de la percusión y al dramatismo de los vientos,
que utilizan en parte el tema principal de la película en un tono
más sórdido y desesperanzador, se alternan y se fusionan
introduciéndonos en el horror, la tensión y la angustia conseguidas
tanto por Scorrsese como por Herrmann.
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