Viajar sola significa estar de verdad
conmigo misma. No pienso en mí, me siento. Me acostumbro a vivir
conmigo y encuentro placer en ello. Aprendo a quererme porque dejo
libres mis sentidos.
Veo el fuego, lo sigo, siento su calor,
oigo el silencio de los demás, veo su pelo rizado y sus ojos azules,
ojos que punzan con toda su carga como una aguja, pero suave y sin
dolor, casi cosquilleante.
Apenas se habla. Tienen su mundo
particular, dentro. Sobre todo ella. Flota por la casa sin apenas
hablar. De cuando en cuando esparce una sonrisa que atrae por el
contraste con su casi permanente seriedad.
Sentimientos nostálgicos con sabor a
río, a playa.
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