26 de marzo de 2008

Ainara, pequeña golondrina


Las golondrinas vuelan con rapidez y resistencia, son decididas y realizan largos viajes, pero necesitan también de un lugar acogedor y protegido, y saben encontrarlo.


El Chorrillo


El domingo nació Ainara.


Me sorprendo a mí misma viéndome como una abuela más tradicional de lo que yo suponía. Estuve cerca de una hora delante de su cuna mirándola y esperando a que se despertara para cogerla en brazos. Esa cosita tan pequeña que aún no se parece a nadie. Dormía plácidamente ajena a todo lo que le rodeaba, abuelos, tíos, primas, amigos...


Cabo Udra


Hace 31 años nació Guillermo. ¡Qué diferencia parir a tu hijo en compañía, los dos, padre y madre juntos desde los primeros síntomas hasta que todo se serena y llega la calma de lo cotidiano! Yo, como todas las madres de aquellos años, estuve sola durante horas en una habitación aséptica, sin siquiera una ventana al exterior, aguantando hasta que Guillermo tuvo a bien nacer; y, mientras nacía, rodeada de personas extrañas que, eso sí, cumplían eficientemente su trabajo; pude ver a Guillermo sólo unos minutos. Durante los días que estuve en el hospital únicamente le tenía conmigo para darle de mamar, incluso en una ocasión me trajeron otro bebé. “Pues no hay más. Todas las madres se empeñan en decir que distinguen a su hijo”, fue lo que me respondió la enfermera antes de comprobar que Guillermo había quedado olvidado en la sala de los recién nacidos.



Venecia


Yo, abuela novata, intentaré acercarme despacito, sin agobio a mi nieta Ainara hasta que crezca y algún día pueda caminar conmigo por la sierra, ir al teatro, escuchar un cuento, incluso coger su macutillo y dar una vuelta por algún lugar del mundo.