24 de mayo de 2008

Blanco


En la pantalla del monitor, una habitación con elementos geométricos blancos sobre suelo blanco y ante paredes blancas. Están muy cerca unos de otros, apenas se puede pasar entre ellos. Círculos, semicírculos, cuadrados sostenidos por bloques compactos. Un hombre, vestido todo él de blanco, se levanta de uno de los módulos, cuya forma cóncava le acoge por entero, y va acercándose sucesivamente a los demás simulando mear, lavarse, reposar, dormir. El vídeo dura sólo unos minutos. Al final, el hombre vuelve a tumbarse en el mismo sitio del que se había levantado al principio de la proyección. La Propuesta de viviendaViaje por el scriptorium. de Absalon me produce agobio, claustrofobia; y es el blanco la causa de ello. No hay resquicios de color por donde huir del encierro, de esa especie de cárcel que es la habitación. El minimalismo aplicado a la vida cotidiana. La soledad, el encierro, el miedo al exterior. Me recuerda la habitación de Mr. Blank en la novela de Auster Viajes por el scriptorium.


Y unos días después, leyendo el programa de mano del Concierto para piano, trompeta y orquesta de cuerdas de Shostakovich, y tras un par de conversaciones sobre algunas noticias que estos días ocupan la prensa, me doy cuenta de que también los periódicos son blancos, a pesar de sus caracteres aparentemente negros. No hay contraste. Velan, cuando no ciegan, las ideas limpias y personales que podrían sugerirnos los hechos y nos encarrilan por una senda en la que en un principio nos dejamos llevar hasta que somos nosotros mismos los que no queremos apartarnos de ella. Ya no nos clasifica la sociedad, los otros; nosotros mismos nos metemos en el blanco cajón correspondiente, en el que nos sentimos más cómodos, en el que no es necesario dar demasiadas vueltas a los asuntos y que nos permite mantener unos principios por los que nos reconocerán los otros; también ellos cómodamente desde su blanca butaca de abono.


Sólo unas minorías intentan dar unas pinceladas del color conseguido en su propia paleta y salir del blanco que nos envuelve. Unas minorías que no cuentan, no son representativas, dicen. Shostakovich, que no defendía el totalitarismo, consideraba la democracia como el reino de los mediocres. Han pasado bastantes años y bastantes cosas desde entonces, puede que esta democracia y esta sociedad que formamos pueda ir tiñéndose poco a poco de color. Las ideas para ello existen, falta que haya ganas y que nos atrevamos a romper con lo que defendíamos hace años y en otras circunstancias, con la pereza mental, con el miedo y con la comodidad; juntos y de uno en uno; en lo social y político y en la vida cotidiana.