23 de febrero de 2011

Dilema, que no olvido


Me acordé pero mi ánimo y mis sentimientos estaban confusos, en conflicto ante la disyuntiva de aparecer de nuevo o permanecer escondida como la mariquita que traje de Méjico mientras su amiga la tortuga vive su vida unos cuantos metros más allá.

Felicidades, aquí está mi regalo.




Existían tus manos.

Un día el mundo se quedó en silencio;
los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos,
y nosotros sentíamos bajo nuestra piel
el movimiento de la tierra.

Tus manos fueron suaves en las mías
y sentí al tiempo la gravedad y la luz
y que vivías en mi corazón.

Todo era verdad bajo los árboles,
todo era verdad. Yo comprendía
todas las cosas como se comprende
un fruto con la boca, una luz con los ojos.

Edad, Antonio Gamoneda