9 de noviembre de 2012

Sally Mann y la adolescencia




Ayer me crucé con un antiguo alumno. Se sentó dos o tres asientos detrás del que ocupaba yo en el autobús. Guapo, con un toque chulesco, aparentemente seguro de sí mismo, le oía perfectamente desde mi asiento hablar con un amigo dándole lecciones, consejos y tomando el papel de entendido sobre lo que tenía que hacer para sacarse el carné de conducir. Recordaba perfectamente su voz. No fui capaz de recordar quién era, ni siquiera, en un principio, qué tipo de alumno fue, pero después de escucharle, recordaba perfectamente su voz y sus ademanes, llegué a la conclusión de que fácilmente había pertenecido al grupo de los macarrillas rebeldes.

Entonces,cuando aún trabajaba, no me llevaba mal con muchos de ellos, incluso bien dentro de una relación con mucho de mano izquierda. También hubo otros con los que no conseguí cruzar la línea que impide vivir con ellos o desde ellos situaciones lamentables, amargas o incluso de puro enfrentamiento.

Ya en Madrid fui a ver la exposición que hay en La Fábrica sobre uno de los trabajos de la fotógrafa Sally Mann. At Twelve agrupa treinta y cinco retratos de niñas en torno a los doce años en la década de los 80, los mimos años en los que fotografiamos a ese chaval argelino de expresión dura y amarga. Aparentemente sencillas no son retratos al uso. Lo que transmiten sus miradas sobre todo y sus gestos y posturas no es la candidez de la infancia sino el acercamiento al ser adulto. Según dice el artículo sobre la exposición hay casos en los que las fotografías están preparadas, no son espontáneas, pero es lo mismo, Sally Mann transmite emociones de diverso cariz en todas ellas. Algunas están cargadas de sexualidad al estilo de Lolita pero lo que todas reflejan es la inconsciente incertidumbre, a veces el temor o la aparente y casi excesiva pero todavía no resuelta seguridad en sí mismas, ante su creciente transformación en adultas.

(Mis fotos desparecieron del blog y éstas de Sally Mann no tienen la resolución adecuada para disfrutarlas, lo lamento)












Y al salir recordé mi encuentro con ese alumno que ya abandonaba la adolescencia pero que aún conservaba rasgos similares a los que Sally Mann muestra en su trabajo. Un momento en la vida más difícil de lo que a veces creemos, duro e incomprendido, sobre todo porque así lo sienten ellos y eso es lo que importa, su realidad, no lo que proviene de la objetividad en la que nos basamos los adultos para juzgarles. O para ayudarles, y es que si no existe una mínima empatía hacia su verdad poco bien podemos hacer.