31 de julio de 2015

Goreme, Sabines y el tiempo

Goreme, Turquía, 28 de julio de 2015


Goreme Village es un pequeño pueblo sin más atractivo que el paisaje que le rodea y la puesta de sol anunciada en las señalizaciones, Sunset Point, donde sube el turismo turco y no turco en masa a cumplir con la obligación de todo turista que se precie. Es bonito, por supuesto, pero no más que muchísimos otros atardeceres. Como en tantos puntos de turismo obligatorio la gente fotografía el horizonte, es fotografiada y se fotografía a sí misma palo en ristre, el quiosquero de turno monta su negocio y los que se llaman a sí mismos viajeros que no turistas intentan sin mucho éxito sentirse diferentes de la masa que les rodea.

Aparte está la fundamental llamada de Goreme al turismo, el Open Air Museum. En Capadocia son comunes las construcciones excavadas en la roca. Aquí fueron monasterios fundados en los siglos tercero y cuarto e iglesias de la época bizantina.

En esta ocasión, ya lo había visitado anteriormente, me decepcionó, pero no porque no hubiera belleza e interés histórico en él. Cuando un lugar importante histórica o artísticamente se masifica es muy difícil captar la belleza, dejar que te recorran sensaciones que emanan del ambiente de soledad de una iglesia o de la sencillez y austeridad del refectorio de un monasterio, o percibir un detalle interesante u original en una pintura. Es como escuchar una composición musical del barroco, pongamos como ejemplo, en el andén del metro en una hora punta. Si a eso añadimos que el precio de la entrada era casi el de una noche de hotel... pues eso, la guinda del pastel.

Podría parecer que salí a disgusto de Goreme, pero no es el caso. Es difícil que llevando este tipo de vida viajera me sienta mal en algún lugar. El día a día con sus hábitos, la japonesa enamorada de sus gatas que regenta el hotel, el restaurante fuera del tumulto del centro donde comes tan bien y tan barato, la gente siempre amable y, en este caso, pasear por la mañana temprano por los alrededores, caminos aún solitarios, basta para sentirme a gusto, cuando no es así la culpa no es del lugar, suele ser de mí misma.

Algo de eso me sucedía durante el paseo matutino. No es la primera vez, por supuesto, ni va a ser la última en que me sienta pequeña, insignificante, poquita cosa. Me ocurre a veces cuando me veo incapaz de elaborar un razonamiento lógico, de poner en palabras una idea, de analizar con una mínima profundidad unos hechos, sus posibles causas o consecuencias. Llegan las ideas como mariposas revoloteando y soy incapaz de agarrar una, guardan entre sí una relación velada que no me da tiempo a captar y me resulta imposible escoger una y centrarme en ella.

¿Aceptar cómo es cada una? Sí pero el asunto no es tan simple. En el fondo sé que en la causa de esa especie de parálisis mental hay un tanto de pereza y otro poco de falta de hábito en la profundización de lo que leo, de lo que escucho. Nuestra inteligencia, la de cada uno, tiene un límite pero ¿cuál es ese límite? ¿cuánto tiempo he desperdiciado no utilizándolo adecuadamente en un desarrollo de mis capacidades? Y entonces me puedo plantear que tengo unos cuantos años, que ya no me da tiempo... Como si el tiempo fuera algo ajeno a nosotros mismos y nos controlara cual sargento en el cuartelillo. El tiempo soy yo, decía más o menos Jaime Sabines en un poema. Tema que quedó grabado a fuego en mí y que ha surgido en varias ocasiones en mis escritos, la primera vez junto a una laguna de algún país de Latinoamérica.

Encontré mi cita pero no el lugar:
"No desearía vivir el presente como un segmento de tiempo, sino anularlo como se anula el pasado y el futuro. El tiempo soy yo y yo soy indivisible y yo soy la que pasa. Y ese pasar yo, mi tiempo, me da más libertad, me libera de lo que no me concierne, de lo que no soy yo incluso cuando tengo que mirar un reloj para coger un autobús o para ir a trabajar."

La originalidad del paisaje de Goreme, los pináculos, la blancura de la caliza, sus particulares formaciones rocosas lo convierten en un lugar a recordar siempre por mucho que se haya viajado. La fragilidad de mi memoria y el haber recorrido tantos lugares por el mundo hacen que casi nunca sea capaz de ubicar ni espacial ni temporalmente las imágenes que a veces se me aparecen de repente sin saber la correspondencia del lugar en el que estoy y el lugar que recuerdo. No me sucede con Goreme. Hace treinta años estuvimos allí la familia al completo durante un viaje en furgoneta por Estambul y el centro de Anatolia. Y diez o quince años después Alberto y yo nos dimos otra vuelta por esta ciudad de cuento de hadas. El recuerdo estaba vivo.













26 de julio de 2015

Parque Nacional Aladağlar. El divino turco

Aladağlar, Turquía, 25 de julio de 2015


Dos días de tranquilidad en Shafak Pension, bajo las montañas del Aladağlar. En medio una  caminata de cerca de diez horas hasta un lago con bajada de garganta incluida. Paisaje desolado en su primera parte y cuajado de flores y verde en la bellísima garganta. Como a mí las descripciones paisajísticas se me dan mal y ya he leído el post de mi chico que lo hace detalladamente y con su buen estilo, me remito a él http://elchorrilloviajar.blogspot.com.tr/2015/07/en-el-parque-nacional-ala-daglar.html?m=1 . Sólo añadir para el recuerdo lo bien que camino después de tanto tiempo encerrada en El Chorrillo. Bien, aunque los pinzamientos, los meniscos rotos y las tendinites me den la lata. Me siento satisfecha con el funcionamiento de mi cuerpo en estas lides, de hecho camino mejor que cuando era jovencita. Ayer, subiendo hacia el lago me acordaba de la travesía que hicimos juntos por primera vez en el valle de Lara, Pirineo, ¡vaya desastre! Siempre detrás, Alberto esperándome a menudo, aparte de otras cuestiones no muy agradables fruto de mis problemas personales y de un difícil comienzo de esa nueva etapa que comenzábamos a vivir. O de mi subida, años después, a Mulleres quedándome atrás con un quejido de "no puedo más" que debía de poner a prueba la paciencia de Alberto. Y en una visión más positiva Canadá hace unos quince años, el recorrido por el Jasper National Park que estaba marcado para tres días y lo hicimos en uno o el itinerario en la zona del Lake Louise adelantando a los más jóvenes.

Alberto volvió algo pachucho y retrasamos nuestra salida hacia Goreme. He cogido con tanto gusto esta vida cotidiana de lecturas y cine que me cuesta hacer planes. Había echado un vistazo a posibles lugares interesantes pero se me ha pasado de momento la tendencia a visitar ruinas, ver piedras como me dice Alberto, y museos así que presiento que vamos a repetir parte del viaje último que hicimos por estas tierras. En principio, después de Goreme, nos iremos a Dyarbakyr, ciudad de la que lo único que recuerdo es la estación de ferrocarril con una multitud cargada con mantas, cacharros y sacos a guisa de maletas preparada para asaltar el tren que nos llevaría a Izmir.

En aquellos años Dyarbakyr era, como ahora, la principal ciudad kurda. Los controles
del ejército detenían varias veces los vehículos que transitaban por el sudeste del país. Para nosotros era simplemente una pequeña molestia, el coche o autobús en el que viajábamos paraba, subían los soldados de turno y pedían la documentación, no tuvimos ningún problema. Esta mañana las noticias sobre Turquía que estuve leyendo me producían una cierta desazón. El temor de que la situación de paz en el país desde hace dos años en que el PKK, partido de los trabajadores del Kurdistan, firmó con el gobierno un cese de las hostilidades empeore con la ruptura del pacto y con la situación en la zona fronteriza siria. Los kurdos acusan al gobierno turco de connivencia con el Estado Islámico usándolo de tapadera para atacarles, principalmente a partir del atentado de hace días en Suruc. La discriminación hacia los kurdos en ámbitos como la lengua, la enseñanza, la no aceptación de su cultura y, sobre todo, la pobreza en la que se les tenía inmersos alimentó la lucha no ya por sus derechos sino también por su independencia. Ha sido un pueblo perseguido y ahora que luchan en sus tierras sirias e iraquíes contra el ejército Islámico no sería de extrañar esa utilización que denuncian. Cuando comenzó la guerra de los Balcanes no podíamos creer que aquella población que habíamos conocido, pacífica, amable, ocupada en su vida cotidiana, vecinos de distintas religiones y etnias, estuvieran matándose entre sí. "El problema no son las personas, es la política" nos decía anoche Hassan, el dueño de la pensión, refiriéndose a los kurdos. Cierto, hasta que nos convertimos en masa despojada de la capacidad de sentir, de analizar, de ver que lo importante en nuestra vida y en la de los demás es básicamente lo mismo.

Nos vamos a tomar un té y unas galletas. Mi chico me dice que yo ya he tomado posesión de la cocina cuando le miro como quién espera acción, sí señor, acción, levantarse raudamente, coger agua, encender el gas, poner unos sobres de té en dos vasos, traer las galletas de la habitación... Pero... estamos en una zona rural de Turquía y le da gustito ese contagio turco, vamos que actuaremos como mandan los cánones. Sí, soy una mujer turca.

Menos mal que me acaba de conseguir el Orfeo y Euridice de Monteverdi versión de Savall para esta noche. Y es que mi chico, además de paciente montañero, es divino, un divino turco.









22 de julio de 2015

De Chipre a Turquía

En el ferry hacia Turquía, 22 de julio de 2015

Lleno a tope. Enfrente una pareja joven, ella con aspecto casi adolescente, pantalones largos, calcetines, una gabardina de invierno cerrada a conciencia, pañuelo bien sujeto cubriendo también la garganta. Tienen un niño de unos dos años. Tanto él como el padre van vestidos de verano playero. Es una escena común, lo sé, y no me suele cuestionar nada pero en esta ocasión, viendo la naturalidad con que se miran como lo suele hacer una pareja con pocos años de convivencia, con esa cercanía aún no contaminada por conflictos difíciles de resolver, viéndoles, decía, me preguntaba una vez más por el interior de esas mujeres que no sólo visten ocultando por completo su cuerpo, sino que destilan, al menos en público, una dependencia del marido expresada en la mirada tímida, la quietud en la postura recogida, brazos pegados al cuerpo, un recogimiento como de quien pide permiso para existir y que repentinamente se transforma en decisión en un momento en que el niño ha desaparecido y hay que ir a buscarle. Visión lejana que impide una vez más comprender. Lo veo en un principio con toda normalidad, nos saludamos con un gesto afable, jugueteo con el niño y su afición a tirar la gorra al suelo una y otra vez, como hacen todos los críos a esa edad. Cuando la miro a los ojos más directamente es cuando el interrogante habitual en los viajes por zonas con predominio musulmán se despierta. Quizá ni siquiera se aclararía pudiendo hablar con ella de tú a tú, quizá ni ella misma podría responder a la pregunta de en qué consiste la diferencia entre ella y yo, en su visión de la vida cotidiana y la mía, en su relación con su cuerpo y mi relación con el mío, en si realmente hay diferencia o no. Detrás, una madre occidental sopla y se desespera discutiendo con un preadolescente e intentando acallar los llantos de un inaguantable niño de tres o cuatro años.

Está clara la diferencia entre ambos niños. La libertad y normalidad de que goza el primero y la tiranía del segundo probablemente causada por un exceso de atención y supuesto cuidado.

El ferry tenía su salida a las dos de la tarde, son las tres y esto no se mueve. Es como estar pasando la tarde en una cafetería. Da igual, ni tenemos prisa por llegar a ningún sitio ni hay ninguna obligación de por medio. Lo que haríamos en una habitación de un hotel es lo mismo que podemos hacer aquí.
Al teclear "por" me ha aparecido como predeterminado el término Podemos. ¡Ay, mi Podemos de hace un tiempo! El otro día me llegó un correo para poder votar tanto las listas al senado y al parlamento como la supuesta elección acerca de un posible pacto para presentarse a las elecciones con Ahora en común. La pregunta estaba tan poco clara que estuve a punto de no opinar, y las listas se trabajan tan mal en el móvil que, entre esto y la duda sobre el último funcionamiento de Podemos creo que voy a pasar de votar. Mi única duda es la de delegar más aún en Podemos, pero ¿quién es la paciente demócrata que se mira todo y elige a más de cien personas teniendo en cuenta que apenas sabe nada de la mayoría de ellas?

Una voz atronadora se escucha por el megáfono y el ferry comienza a moverse. Llegaremos a Tasucu prácticamente de noche, así que habrá que pernoctar allí y dar el estirón de kilómetros mañana hasta ¿Goreme? ¿el Parque Nacional por el que pensamos caminar? Aún no he entrado mentalmente en Turquía y no hay previsiones concretas, al menos por mi parte.

Dos horas después de que el ferry haya dejado atrás la costa de Kyrenia me siento cercana a toda esta gente que pasea, dormita, sale a contemplar el mar o a fumarse un cigarrillo. Hay un dicho turco, por cierto, que refiriéndose a los empedernidos fumadores turcos pregunta ¿quién fuma más que un turco? y la respuesta es: pues dos turcos; fin del inciso. Somos un grupo humano que en estos momentos tiene mucho en común, ese pasar el tiempo hasta llegar a puerto es un lapsus en la vida de todos los días, un dolce far niente en el que no interfiere el trabajo de cada uno ni la preocupación por la situación política del propio país o del planeta al completo, todo lo más la última discusión de pareja, la inevitable atención hacia ese pequeñajo que está a punto de pillarse los dedos con la puerta del servicio. Es lo propio de los viajes en barco, una se siente convivir en una gran habitación con personas antes lejanas y a las que se acostumbra de tal forma que cuando el ferry llega a su destino y todos desembarcamos parece que algo se ha roto y que, desde el instante en que empezamos a recoger los bártulos hasta que salimos del puerto hay un momento de transición que finaliza en una diáspora, una marea que se va esparciendo por las calles de la ciudad volviendo a la cotidianidad, a ser diferentes, más distantes y más únicos.

Se me olvidaba. Tengo que entonar el mea culpa por hablar en mi último post de Nicosia norte con total desconocimiento. Cuando se sale de la ciudad vieja todo cambia. La Nicosia turca es una ciudad moderna y cuidada. La parte de la antigua ciudad a la que me refería quizá fuera abandonada o ni siquiera habitada tras la creación de la República turca de Chipre. A veces sacamos conclusiones sin tener conocimientos suficientes.

Imágenes:
Amanecer antes de salir del hotel en Chipre.
Acercándonos a la costa turca.





19 de julio de 2015

Encerrada en la Nicosia turca

Nicosia, Chipre, 19 de julio de 2015

Pues sí. Me quedé encerrada en una casa particular de la República turca de Chipre. Estábamos sentados en una terraza de la zona turística de la Nicosia turca y tenía necesidad de ir al servicio. Alberto, que ya lo había utilizado, me indicó el lugar. Eran unos servicios públicos de los que abundan en la zona (cómo se echan de menos a veces en Madrid). Vi el cartel, empujé la puerta abierta situada delante de la indicación y entré. Un pasillo daba a otra puerta cerrada y a un patio con gallinas, recordé en ese momento otro lugar similar con la misma finalidad cerca de la frontera de México con Nicaragua. Como en el patio no había ningún lugar apropiado para mis necesidades decidí subir las escaleras tal como hice en Guatemala. En el primer piso había dos puertas cerradas con candado y una tercera que, con la palabra welcome grabada en el suelo, daba a lo que supuse que era el servicio buscado, al fin y al cabo además de una lavadora había un lavabo y un retrete. Cierro, utilizo lo que iba buscando y cuando voy a salir oigo el cierre de una puerta. Bajo las escaleras, me dirijo a la puerta de la calle y... zas! cerrada... No había manubrio ni otro artilugio para abrir, la espiga correspondiente al manubrio desaparecido sobresalía un poco. Maniobré varias veces por si era capaz de girar la parte del manubrio que suponía estaría del lado de la calle. Inútil intento. Moví con fuerza la puerta con la finalidad primero de abrirla o, segunda opción, que alguien se diera cuenta de mis deseos de abandonar aquella casa que yo seguía considerando el servicio público. Nada. Observé que en el cristal pintado de blanco y, por tanto, opaco, había un pequeño redondel sin pintura. Acerqué los ojos y esperé a que pasara alguien o a que Alberto me echara de menos y fuera a buscarme. Pero mi chico cuando está a sus cosas pierde el sentido del tiempo y no me echó en falta en absoluto. Esperé pacientemente, alguien pasaría por delante de la puerta en algún momento. Y sí, así sucedió. Un hombre moreno de aspecto turco, (estadísticamente era de esperar dado que estábamos en la zona turca de Chipre), alto, delgado, bastante guapo, con el pelo cortado casi al cero y vestido con pantalón crema y camiseta verde, no me llegaba la vista a cómo iba calzado, se acercó a la puerta con la intención de encender un cigarrillo rubio. ¡Ese era mi momento y él tenía que ser mi salvador. Golpeé la puerta con los nudillos. El hombre miró en derredor y al no observar nada aclaratorio al ruido que escuchaba volvió a intentar encender el cigarrillo. Golpeé con más fuerza y por fin fui oída y después escuchada en mis pobres términos ingleses a los que él respondía en turco. In the coffe, dije casi a gritos confundiendo el líquido con el establecimiento. Sin embargo, a pesar de la confusión, mis palabras dieron resultado y poco después oí a Alberto llamándome al otro lado de la pared y el ruido de una llave en la puerta; cuando ésta se abrió me encontré con un turco de bigote, como son los turcos de verdad, a punto de soltar la carcajada y a Alberto en la puerta de al lado, el verdadero servicio. ¿Qué culpa tenía yo de que el cartel estuviera puesto de manera equidistante entre ambas puertas? También es cierto que si yo no hubiera estado nunca en Guatemala, me habría dado cuenta de que aquello era una vivienda y no un servicio público.

La zona norte de Nicosia que, tras el golpe de estado de 1974 con el que se quiso imponer la unión con Grecia, fue invadida por Turquía, es de un contraste pocas veces visto entre la pequeña parte turística cercana al paso fronterizo y el resto de la ciudad. Bares, restaurantes, tiendas, zona con indicaciones de los lugares a visitar, mapas de orientación, edificios modernos y monumentos  cuidados, y dos pasos más allá calles y viviendas con síntomas de abandono tanto de mantenimiento como, incluso, de población. Nada que ver con la Nicosia grecochipriota.

La historia de esta situación se cuenta, como suele suceder, desde puntos de vista contrapuestos según de donde venga la información. No tengo las ideas claras pero sí sé que los turcochipriotas han vivido siempre en su isla, que por Chipre pasaron multitud de pueblos, que fue en 1960 cuando consiguieron la independencia y que, aunque la mayoría de los chipriotas se sientan griegos, durante mucho tiempo ambas comunidades vivieron en común sin problemas y participando de forma alterna en el gobierno. Lo que no querían los turcos era ser tratados como una minoría étnica bajo un estado grecochipriota.

En la guerra que mantuvieron por la independencia y por la Enosis, unión con Grecia, las conversaciones de paz se mantuvieron entre Reino Unido, Grecia y Turquía. Como en tantas ocasiones aquellos que dependían del resultado de dichas conversaciones eran los únicos no partícipes de ellas.

Los turcochipriotas defendían una federación y los grecochipriotas una unificación con derecho de propiedad de toda la isla. Y así andan las cosas. Ahora parece que los que no dan su brazo a torcer son Turquía y Grecia, y, detrás, los intereses de occidente. Para variar.

Imágenes
La última foto es de Nicosia sur, el resto de la zona norte. La foto sobre el edificio es de Ataturk.















16 de julio de 2015

La belleza

Lefkosia (Nicosia sur, greco chipriota) 16 de julio de 2015


Nostalghia, de Tarkovsky.

La historia, el simbolismo que quizá se pueda encontrar, el fondo filosófico... podemos verlo mañana. Ahora basta con dejarse atrapar, ser absorbido por la belleza de las tonalidades, del lento movimiento de la cámara, de los encuadres pictóricos en los que la quietud de un personaje, la colocación de unos objetos, los primeros planos no sólo están al servicio de un guión sino que tienen vida por sí mismos.
El guión y qué ha querido transmitir Tarkovsky con su película puede quedar para más adelante, lo que vamos a recordar de Nostalghia es la imagen porque es lo que nos invade, porque no podemos quitar los ojos de las escenas, de esos cuadros que se van sucediendo ante nosotros con la demora necesaria para que su fuerza y su belleza nos atrapen.

Basta con mirar.

Atardece junto al mar en Fontana Amoroza, un bello lugar de la península de Akamas.
Estoy sentada en una roca y miro. No existe nada más.
Sólo miro, recibo la belleza.
Tumbados sobre la arena, ya metidos en los sacos. El  cielo está repleto de estrellas. Alberto las va nombrando, es bonito conocerlas, Casiopea, Vega, Deneb, Lira...
Miramos.
Nos levantamos aún de noche para poder caminar sin sufrir el calor chipriota.
Amanece cuando llevamos un par de horas andando.
Despacio, el sol tiñe la neblina sobre el mar.
Suavemente hermoso.

















13 de julio de 2015

Ruinas, mar y gargantas

Pafos, Chipre, 11 de julio de 2015


Podría pensar que Aquiles (ver mi post anterior) me impresionara tanto como para no escribir una sola palabra desde entonces. Quizás podría pensar que era mi última imagen griega, al fin y al cabo nuestra estancia en Grecia iba a terminar en un pis pas. También podría decirme que los últimos días han sido algo ajetreados. Podría inventarme cualquier excusa, como si tuviera la obligación de escribir todos los días, o recurrir a la pereza, cosa muy fácil porque suele darse con facilidad.
Pues no. Aquiles no fue mi última imagen griega, más abajo, donde el Blogger del móvil me obliga a poner las fotos, hay algunas instantáneas de un paseo junto al mar el día antes de hacer un recorrido por los montes de Kardamyli.

Y al día siguiente otro paseo, éste no tan relajado, el denominado Circular en el wikiloc. Ocho horitas que no hacía seguidas desde que me retiré a El Chorrillo pensando que la montaña y los viajes se habían acabado. Estoy muy viajada, me decía entonces.

Ocho horitas a las que añadir algo más de mil metros de desnivel y una garganta preciosa, salvaje, por la que merecía la pena el esfuerzo, Viros Gorge (mi cámara se quedó sin batería, no hay fotos). Vamos, que acabé feliz, satisfecha y... cansada por supuesto, aunque al día siguiente me levanté como si no me hubiera movido de la habitación. Vamos que poco a poco iré recuperando el fondo que creí perdido.

Me fui por los cerros de Úbeda. Estaba buscando una explicación al hecho de no haber escrito nada en tantos días. La verdad es que me da igual, lo cual creo que es bastante sano.

Al día siguiente nos fuimos a Atenas y a partir de ahí, vuelo a Pafos, Chipre, paseo por las Tumbas de los Reyes, comida en un japonés, un par de cervezas, y una visita a los mosaicos que se encuentran en el parque arqueológico de Pafos. Estamos en un hotel tipo mochilero, con cocina, por lo que nos ahorramos pelas y comemos mejor.

Mañana nos vamos a hacer otra garganta, no tan empeñativa como la anterior.

Como ya estoy al día doy por terminados mis deberes de cronista. Aquí no hay Aquiles pero hay Afroditas italianas, uruguayas etc, son menos impresionantes pero más bellas, y digo ect. porque no sé de dónde más serán, todas hablan en inglés. Así que aquí estoy estudiando inglés a ver si recupero lo perdido desde hace años, que es casi todo.

Pafos de nuevo, 12 de julio
Caray con que no iba a ser empeñativa, la garganta, digo.

Polis, 13 de julio
Está claro que esta vida que llevamos, a pesar de que no es una carrera contra reloj, tiene que hacerse aún más tranquila. Entre compra de comida, búsqueda de hotel, horario de autobuses, lugares para caminar y mi manía de tomar posesión de cada sitio que vamos, es decir, colocar cosas, inspeccionar el lugar y si se trata de una ciudad ver qué hay de interesante, el tiempo para leer, estudiar etc. disminuye, de ahí que el curro de escribir, reducir las fotos y subir todo al blog, se me acumule y me encuentre con que lo que escribí hace días aún está sin sacar del horno.

Ahora estamos en Polis, una pequeña ciudad de la península de Akamas. Ayer recorrimos desde el amanecer la Avakás Gorge, habíamos dormido en una playa y a las cinco de la mañana nos pusimos en camino. No conozco otra garganta tan hermosa y salvaje como ésta. Una vegetación desbordante, las adelfas que nos acompañan desde Cerdeña, cipreses, lentiscos... No conocía el lentisco, leyendo a Durrell me enteré de que con su resina los griegos de no recuerdo qué isla hacían una especie de goma de mascar refrescante que, con el tiempo fue sustituida por el chicle, más cómodo y más de moda.

Y, sumándose a la vegetación, rocas formando túneles, amontonamientos de piedra alternados con pequeños remansos de agua teñida por los verdes, ocres y amarillos de musgos y helechos. En fin, una travesía en la que la belleza excepcional del lugar hacía que  las dificultades y el cansancio pasaran casi desapercibidos.

Hoy día de relax y mañana paseo por otro lugar con fama de belleza, aunque no tanto como la de su dueña, los llamados Baños de Afrodita.

Imágenes
Paseo por Kardamyli, Pafos: Tumbas de los Reyes, catacumbas, mosaicos romanos y sitio arqueológico.
Avakás Gorge