8 de marzo de 2009

El pony rojo y Donizzeti


Esta vez, el blog amigo de Joseph Rumbau no me dio las buenas noches; estaba yo, en ese momento, viendo El pony rojo, de Milestone. Fue esta mañana cuando, ya sentada en el sofá, con mi dolorido y frankesteiniano pie izquierdo sobre el cojín blandito y mórbido que Lucía y Quique me regalaron ayer, abrí el reader y me encontré con este delicioso y simpático fragmento de La hija del regimiento de Donizzeti. Nada que añadir al comentario de Joseph Rumbau.



Volviendo a El pony rojo. Comencé a verla con una cierta pereza, la recordaba vagamente como una de tantas películas vistas cuando era pequeña y mi interés estaba principalmente en la banda sonora de Aaron Copland. Fue una agradable sorpresa, y no sólo por el guión de Steinbeck, basado en su propio relato, y por la preciosa fotografía de Tony Gaudio. El tema principal de la película es la iniciación de Tom en la naturaleza de la vida, en la intimidad natural entre vida y muerte, pero como nos identificamos o nos acercamos instintivamente a aquellos personajes en los que hay algo de nosotros mismos o de lo que percibimos que puede haber en un futuro próximo, mi interés se centró instintivamente en otros aspectos de la película; hace muchos años mi personaje fue Tom, el niño protagonista, aunque entonces no fuera en absoluto consciente de su aprendizaje; anoche simplemente le miraba con simpatía mientras mi ternura respetuosa iba dirigida al abuelo. Un anciano que, después de haber vivido una vida difícil y aventurera, anda despistado sin encontrar su hueco en la familia. Cuando medio dormido se acerca al establo para ayudar a Billy Buck , se está integrando activamente, a través de las preocupaciones y sufrimientos de su nieto, en la vida del grupo familiar; una integración que no deja de tener su parte dolorosa al reconocer en voz alta el abuelo que la época del Oeste, su época, en la que vivía inmerso, ha desaparecido.Ciertamente, anoche, los otros personajes no me interesaban demasiado.



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