1 de mayo de 2009

Opiniones de un payaso


Anoche terminé la lectura de Opiniones de un payaso. Siempre lo he relacionado con mi padre, creo recordar que le gustaba especialmente. Yo lo leí hace muchos años y no recordaba nada en absoluto de su trama; lógico, porque apenas existe. Nada más pasar la última página lo que me queda es el retrato de un personaje tierno, sensible, sincero, decidido a continuar en la brecha y a vivir. Un enamorado de la vida que es capaz de asimilar sus penurias y, sin abandonarlas, tomar partido por la vida en un maravilloso final cinematográfico en el que le veía con toda claridad bajar las escaleras, dirigirse a la estación, sentarse en el tercer escalón, colocar su sombrero junto a él, poner el último cigarro en el sitio adecuado y rasguear su guitarra. No sólo lo veo, oigo sus pasos, las voces de los viajeros que celebran el Carnaval, el rumor de su sombrero al depositarlo sobre el escalón. Y si no fuera por mi casi ausencia del sentido del olfato podría percibir los olores de la estación como le sucede a él con los que exhalan sus conversadores telefónicos.
Después, cuando mi razón se pone a trabajar llego a lo que llamamos el fondo; en este caso el desprecio por una Iglesia que destruye la verdad que cimienta una religión, por la hipocresía, banalidad y vulgaridad de una clase social enriquecida y que ha adaptado los años del nazismo a su vida diaria mediante el silencio y la superficialidad.



Sin embargo hay mucho de ternura en su relación con la mayoría de estos personajes a los que pide ayuda para salir del agujero en que se encuentra, un agujero más existencial que económico; los humaniza a través de sus reflexiones, todos revelan incoherencia y de un descontento ante su vida personal.

Hermosa la visita del padre, debatiéndose ambos entre la defensa de la necesidad o del rigor y la comprensión o el afecto hacia el otro.

Y queda Marie. Presente en todo momento. Aparentemente representación no sólo de la pérdida de su amada, sino de la inevitable demostración de su idea del amor marcada por una religión y por unas pautas sociales que por otra parte rechaza. Aunque no es tan sencillo ¿el sentimiento de posesión no ya del cuerpo de Marie, sino de sus gestos, costumbres, actuaciones que antes recibía él y ahora recibe el católico marido, la acusación de adúltera, es la consecuencia de un influencia religiosa y social que subyace en él? ¿o es que pone por delante el compromiso personal fuera de toda norma? ¿Es la derrota en la lucha entre el respeto a la libertad de ella y su necesidad de posesión?


Lo que vive Hans Schnnier es lo que vivimos todos; nuestros propios problemas y nuestra particular pelea por dilucidar las nada nítidas fronteras entre lo que creemos ser y lo que nos viene dado. La entrega a la vida por encima de los palos que nos da. Quizá la vida sea la auténtica amada del payaso, no sólo de Hns Schnnier, sino de cualquier payaso, de ahí la magistral elección del personaje por parte de Böll.


1 comentario:

Miguel dijo...

Gracias por tu excelente comentario, Victoria. Tenía curiosidad por leer este libro de Böll, pero has hecho que la curiosidad se transforme en necesidad.

Un cordial saludo.