2 de agosto de 2011

Ya no viajo



Vila-Matas en Lejos de Veracruz
“La mejor manera de viajar es sentir”
Por eso ya no viajo. Siento cuando mis lechugas han perdido todas sus hojas comidas por los malditos conejos, siento cuando Thalos, mi nuevo perro, me da los buenos días con un abrazo que hace que me tambalee peligrosamente, siento cuando aparecen nuevas plántulas de mis coles en el semillero, siento cuando veo el poster de Casablanca junto a mi mesa de trabajo, siento cuando mi chico me llama desde un punto perdido de la Tramontana mallorquina, siento cuando observo, algo perpleja, mi vida anterior y presente.


“Mi empeño idiota en que mi obra maestra fuera mi propia vida”

Perpleja. Hubo una época en que mi empeño era el mismo del protagonista de la novela, Enrique. Y no sé qué pensar. Si no hubiera existido ese empeño ¿habría sido mi vida más parecida a la de Antonio, el hermano del protagonista?


“Incapaz mi hermano de resistir por más tiempo la angustia que le producía, tal como me dijo días antes del suicidio, su vida sin relieve y sepultada antes de nacer: esa vida con todos sus días que se escapan y se acumulan uno igual a otro formando los años, los decenios, la vida tan vacía.”

Creo que, en lo más íntimo de su ser, Enrique envidia al Antonio imaginativo que escribe libros de viajes sin moverse de casa, sin haber viajado más que con su imaginación, envidia su vida sedentaria y reglada y Antonio echa de menos la vida sin razón de su hermano. De hecho Antonio se suicida y Enrique acaba teniendo como único fin escribir un libro repleto de desencanto.

Quizá son la misma persona, dos partes desiguales que se muestran resentidas, compiten, pelean, no se entienden, pero no tienen existencia posible separados a no ser que una absorba a la otra y entonces es el final o la caída en un supervivencia gris. 





2 comentarios:

rubén lapuente dijo...

¿Viajar? Para viajar basta con existir. Voy de día en día, como de estación en estación, en el tren de mi cuerpo, o de mi destino, inclinado sobre las calles y las plazas, sobre los gestos y los rostros, siempre iguales y siempre diferentes, como son, al final, los paisajes.
Cuando imagino, viajo. ¿Qué otra cosa hago yo cuando viajo? Sólo la debilidad extrema de la imaginación justifica que uno tenga que trasladarse para poder sentir.
La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.
Fernando Pessoa. Libro del desasosiego

Esa filosofía es la mía. Mi mujer en cambio quiere conocerlo todo, no para amarlo todo, sino para salir de la rutina. Yo ahora me meto dentro de la maraña de mis dos glicinias y eso si que es una aventura, las enderezo, las guio , ya asoman por sobre el alfeizar de mi ventana
Besos y joder! escribe más

Noches de luna dijo...

Tienes razón, tu mujer también, en realidad no se trata de razones sino de las ilusiones que nos despiertan cada mañana.
Estoy en ello, lo de escribir, digo.
Un abrazo
Victoria