9 de octubre de 2011

Cristina García Rodero: Transtempo


(Mis fotos desparecieron del blog y éstas no tienen la resolución adecuada para disfrutarlas, lo lamento)


 

Galicia, 1974 - 2010. Romerías, carnavales, celebraciones religiosas, el mar. Un blanco y negro cuidado, natural, pleno de matices. La instantánea de un gesto. La fotografía de una niña enmarcada como si se tratara de un fragmento, de un chispa en la escena que se nos oculta, grupos alojados entre los retazos de un rostro, de un cuerpo y, en ellos, individualidades, caras que se expresan por sí mismas, auténticos retratos. Todo en un ambiente norteño de neblina, humedad y lluvia.








Si tuviera que utilizar una sola palabra para nombrar lo que Cristina García Rodero me transmite, esta palabra sería emoción. Emoción por los sentimientos que reflejan los gestos, las miradas, los rostros: dolor, alegría, inocencia, miseria, la liberación de la fiesta, desconfianza, tristeza profunda. Y en todo ello siempre el humor y la ternura que pone de su parte. No hay ironía ni cinismo, puede haber crítica pero con una gran respeto. Une lo sublime y lo grotesco, la miseria y la belleza, lo aparentemente simple y la complejidad que hay detrás de cada vida, de cada escena. Rostros embrutecidos. Miradas que transcienden o mejor, son transcendidas por la nuestra.

 

 Así que sonrío ante la inocencia, la inseguridad de un anciano frente a una exuberante negra semidesnuda que le besa. Me emociona la belleza sencilla de una madre que retiene a su hijo junto a su cuerpo. Me hiere el dramatismo de algunas escenas, me indigno… y también juzgo. Indignación ante el poder de la iglesia sobre la gente común y sencilla, la conversión de las creencias en supersticiones, el fomento de la ignorancia;
los confesionarios, las “vueltas sagradas” de mujeres arrodilladas en soledad o acompañadas de un hijo, de unos padres, observadas con curiosidad por un hombre mientras para otros su actitud forma parte de la normalidad y cotidianidad de la fiesta religiosa. Unos rezan y otros se divierten.




Después mis propios recuerdos, la soledad de una adolescente, seria, las manos unidas, los pies cruzados tímidamente en espera de que algo suceda. Inevitablemente veo a la adolescente que fui yo y, mano a mano, a la adolescente de Munch.



La muerte presente en el cementerio, en los ataúdes ocupados por vivos que abren los ojos, que se abanican como en una burla a la muerte.





 Y más: el mar...


puro cine negro...


abuelas....


 adolescencia...


ambiente de lucha y diversión...



2 comentarios:

rubén lapuente dijo...

Momentos que retoman su andadura desde el origen hasta que se vuelven a quedar en la estampa quietos. Quiero decir que los que hemos vivido en esos pueblos ,en esa España ,al ver las fotos de esa serie, milagrosamente detrás de ellas te sabes toda su vida . Genial fotógrafa.
Besos

Noches de luna dijo...

Sí, es genial. Es una de las fotógrafas que más me impactan y me gustan.
Sigo leyendo tus poemas, el último me gustó especialmente, pero estoy poco comunicativa.
No sé exactamente qué ocurre pero sí que debes de estar pasando un momento difícil. Deseo que todo marche bien. Suerte y ánimo.
Un abrazo