18 de mayo de 2009

Mi casa...




Para Lucía y Quique

Llevo más de dos meses sin apenas salir de casa, culpa de mi pie que aún no trabaja como debería. Lo que me molesta es la dependencia que me crea la situación, no el estar en casa. Mi casa forma parte de mí, y yo formo parte de ella. Cada habitación, cada rincón, cada detalle tiene su historia, su imagen, su vida pasada recreada en el presente. Nuestra casa la hemos hecho entre todos, entre los cinco; físicamente añadiendo tabiques, abriendo ventanas y puertas, poniendo suelos, construyendo muebles, decorando las paredes con nuestras pinturas y fotografías; espiritualmente compartiendo alegrías y problemas y viviendo soledades melancólicas o dolorosas; cuando una casa cambia y lo hace bajo la mano directa de sus habitantes, se crea una relación muy cercana entre ambos.

Mi casa está llena de vida, aún quedan en las paredes del taller restos de las frases escritas por Mario; en el pasillo, un tríptico fotográfico hecho por Guillermo muestra el momento en que cada uno posó, con expresiones de sorpresa ante la magnitud de sus pertenencias, el día en que vaciamos los cajones que, bajo las camas, sirvieron para guardar todo lo que al marcharse de casa no habían podido llevar consigo.


Esta es nuestra cuarta casa desde que vivimos juntos. Las casas pierden su vida, mueren, cuando se vacían. El piano, la chimenea de hierro, los sillones de mimbre, los juguetes, los libros… van arrancando a trocitos su existencia.

He pasado alguna vez delante de nuestras casas y he sentido algo de simpatía hacia lo que representaban pero no más. Existen sólo en el recuerdo, y en él están llenas. Las lámparas fabricadas con botellas de cerveza o cáscaras de coco de nuestra primera casa, en Madrid, la de los años rompedores con todo, los años de búsqueda de libertad, los años solidarios, una casa compartida con amigos y gente del barrio, ruidosa, casi nunca limpia, por cuyas habitaciones Guillermo aprendía a andar en medio de aquel alboroto de casa con una chichonera que evitaba un descalabro por los golpes que se daba cada dos por tres.

Nuestra casa de Gedrez. El piso superior de la escuela, la terraza que cerramos y en la que construimos una chimenea. Dos años difíciles, aprendiendo a convivir en una etapa en que esa dichosa búsqueda de la libertad ponía muchas dificultades, desasosiego, lágrimas, miedo. Llovía, el cielo permanecía encapotado durante meses. En el verano del segundo año nacieron Lucía y Mario; mis padres, los amigos fueron pasando por ella a lo largo del verano: vacaciones, un lugar ideal para pasar unos días. No aguantamos mucho, echábamos de menos Madrid, nos cansamos de tanta lluvia y regresamos.


Y de nuevo una casa-escuela en un pueblo de Madrid. La casa y el jardín eran un remanso de paz alejado del vivir cotidiano del pueblo. Fueron años de mucho viajar, en los fines de semana, en las vacaciones la cambiábamos por nuestra casa rodante: las playas, Europa, India, Egipto, Grecia, Israel, Turquía y por las caminatas: los paseos por España estudiando los cinco a los pájaros y a las flores, Alpes, Picos de Europa, la travesía de Pirineos de punta a punta. Aún viajábamos todos juntos, cuatro años después, ya en El Chorrillo, comenzaría la liberación de cada uno en la búsqueda de una vida independiente.



Estos recuerdos van para Lucía y Quique, que dejan su casa de Lavapiés con un poquito de pena y un mucho de ilusión; al fin y al cabo crear un entorno nuevo es bonito y divertido.






3 comentarios:

Marga Fuentes dijo...

Cuánto cariño hay en tus palabras, en tus recuerdos.
Me ha encantado leerte. Gracias.
Un beso y un fuerte abrazo,

Anónimo dijo...

Gracias. Sobre todo por ayudarnos a construir.

Tú formas parte del nuevo espacio (siempre que no decidas la decoración superficial :) )

Un abrazo fuerte desde tu casita de Lavapiés.

Lucía y Quique

Unknown dijo...

Ese espacio que hacemos y nos hace, que habremos de cuidar para que crezca al son del alma y cambie y aparezca o desaparezca, para que no enclaustre y sea expresión viva, arte y vida. No es gratuita esa relación directa de nosotros y nuestro cobijo.... gracias...

Mario