19 de febrero de 2012

Oler y tocar. La irracionalidad del mundo.

 


Judería en Londres, de Stadler, es el primero de los poemas que, por una razón u otra, más tocan a mi ánimo o más me gustan y que de vez en cuando iré transcribiendo al blog.

Judería en Londres

Hasta el esplendor mismo de las plazas
se acercan callejones subversivos y devoradores terriblemente encarnizados
entre sí, muy abiertos, como las cicatrices desgarradas en la carne desnuda de 
los edificios,
y llenos de basura que los arroyos sucios ya desbordan.

Las atestadas tiendas se apresuran hacia el aire libre.
Sobre las largas mesas desordenados trastos se almacenan:
vestidos y cotón, pescado, carne, fruta, en asquerosa hilera
están amontonados y con salpicaduras de las doradas llamas de la nafta.

Hiede a carne podrida y a pescado, adherido el olor a las paredes.
Un miasma meloso impregna el aire que anochece con suavidad.
Una vieja mujer escarba los desechos con sus ávidas manos.
De manera mecánica un mendigo ciego chirría una canción que nadie escucha.

Están sentados delante de las puertas, rodeando los carros.
Niños que gritan, andrajosos, en la pobreza de su juego,
en tanto un gramófono grazna, voces rotas de mujeres crujen
y a lo lejos retumba la ciudad bajo el rugido de los automóviles.

      Ernst Stadler, hacia 1914

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