1 de marzo de 2012

Los celos



En la tercera parte de la Trilogía del mar de Esther Tusquets, titulada Varada tras el último naufragio, tres de los personajes principales, las tres mujeres, se convierten en tribunal que juzga al cuarto protagonista, el marido de una de ellas, por tener relaciones con una joven a la que ha conocido días atrás.

Tusquets presenta la escena desde un punto de vista crítico cargado de una ironía cercana al sarcasmo que, más adelante, aligera mostrando una cierta ternura por cada uno de los personajes, quizá porque cuando caemos en el ridículo casi siempre hay en su origen algo de incoherencia, o mucho de inseguridad, o exceso de orgullo, o una combinación de todo ello.

...le aguardaban las tres mujeres, envaradas, incómodas, lúgubres -le han hecho pensar por un instante en las brujas que presagian a Macbeth oscuros infortunios...” “...las tres ahí tan rígidas y envaradas, tan graves y solemnes, como si debieran autorizarle o vetarle el paso de la laguna Estigia y concederle o no el diploma de hombre de bien o simplemente de madurez...”

No es un tribunal imparcial. La primera de ellas, enamorada de la esposa del presunto traidor, actúa por celos; la segunda acaba de ser abandonada por su pareja y está en plena crisis. Curiosamente la esposa “ofendida” ha defendido de palabra durante años una forma de vivir el amor, la pareja más libre, más abierta. Somos un cúmulo de contradicciones. Defendemos la libertad, la autonomía, el grado sumo del amor cuando nos sentimos felices porque el ser amado lo es, hacemos campañas con frases como los celos no son una muestra de amor, él no es tu dueño o viceversa, etc., etc.

A veces he necesitado subirme a mi helicóptero privado para observar mi vida desde otra posición y poder verme con más claridad y más objetividad. Pero creo que más que un helicóptero necesitaríamos convertirnos en un habitante de alguna otra galaxia que aterrizara en la Tierra sin excesiva información sobre nosotros y nos examinara, aún no muy detenidamente, sólo dejándose llevar por su primera apreciación sin razonamiento ni intento de comprensión o estudio para quedar pasmados ante actitudes tan incongruentes como las que se dan en escenas similares a la que he comentado más arriba.

Los celos pueden surgir por cualquier tema que nos haga dudar de nuestro valor como personas, que cuestione la percepción que tenemos de nosotros mismos, que niegue una admiración de los otros. Si esto se centra en la pareja la cosa se puede complicar más, pero el origen es el mismo. Luego hay otros componentes como el miedo a lo desconocido, la sensación de inestabilidad que, sin embargo, nos golpean también cuando somos conscientes de que nuestra vida propia está siempre por hacer. Puede que los celos sean un sentimiento natural como quizá la envidia, como lo es la ira... incluso a veces pueden gustar, interrogan a la persona, le dan nervio, la ponen en guardia, la activan precisamente para dominarlos, o, mejor, encauzarlos, que no jueguen malas pasadas produciendo sentimientos de exclusividad, dominación o pertenencia. Para ello necesitamos sentirnos a gusto con nosotros mismos, tener una vida personal, unos intereses ricos y fuertes; una habitación propia, que decía Virginia Woolf, ella habla de la situación de la mujer pero hay fragmentos cuyo contenido es válido tanto para una mujer como para un hombre.

por encima de todo debes iluminar tu propia alma, sus profundidades y frivolidades, sus vanidades y generosidades” “si nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos; si nos evadimos un poco de la sala de estar común y vemos a los seres humanos no siempre desde el punto de vista de su relación entre ellos, sino de su relación con la realidad; si además vemos el cielo, y los árboles, o lo que sea, en sí mismos; si tratamos de ver más allá del coco de Milton porque ningún humano debería limitar su visión; si nos enfrentamos con el hecho, porque es un hecho, de que no tenemos ningún brazo al que aferrarnos, sino que estamos solas y de que estamos relacionadas con el mundo de la realidad y no sólo con el mundo de los hombres y las mujeres, entonces llegará la oportunidad”

Me gusta que mi pareja y yo seamos compañeros de viaje por la vida, aunque sea duro viajar en ocasiones en tercera, sin las comodidades del coche-cama. La pasión por vivir es contraria a la comodidad, ésta nos convierte en habitantes de zapatillas y sofá. Pero, ¿quién dijo que es mejor asimilar todo y vivir lo que nos procuran los retos con normalidad? estaríamos en la misma situación de antes, sólo habría cambiado el color de las zapatillas y del sofá.


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