20 de agosto de 2013

Viajando con Antonio: Bruselas




Carlos emperador de Austria,1ª guerra mundial, ¿beatificado?

Esto es lo que encuentro en las escuetas notas que tomé en Amsterdam y en Bruselas. Ni idea de cómo ni dónde me encontré con el emperador austrohúngaro. He buscado en Internet, he recorrido mentalmente mis paseos por las dos ciudades y nada. La cuestión es que Juan Pablo II le beatificó por su vida cristiana, por haber curado unas varices a una monja y por haber intentado que su reino saliera de la primera guerra mundial (dicen), pero al Papa y su curia se les olvidó que utilizó durante la guerra gases letales e intentó recuperar el trono en varias ocasiones utilizando métodos no demasiado cristianos (dicen). Mi curiosidad ha quedado satisfecha a medias, lo que me gustaría es recordar por qué me surgió la pregunta.

Antonio y yo continuamos en sana compañía, sin un solo conato de discusión, lo cual no es fácil cuando dos personas pasan por primera vez 24 horas juntas durante quince días. Bueno, llevábamos siete, aún podría surgir alguna pequeña divergencia. No siempre me ha ido bien viajando con otras personas que no fueran mis hijos, por razones obvias, o con Alberto, mi pareja desde hace casi cuarenta años. Una buena convivencia se basa en el respeto y, cuando se viaja, también en el grado de independencia que tenga cada uno de los viajeros. Ambas cosas me las he encontrado en el caso de Antonio y en el de otro amigo, Michele, con el que viajé por México hace unos cuantos años.

Sólo visité dos museos en Bruselas, pero no los pude elegir mejor, disfruté muchísimo tanto en el Museo de Arte Antiguo como en el de instrumentos musicales. En este último cuatro plantas estaban destinadas a instrumentos de todas las épocas y de todos los continentes con la ventaja de que a través de una audioguía podía escuchar el sonido de cada uno de ellos. Ese día Antonio se fue a Brujas y yo, que recordaba bastante esa ciudad preferí quedarme a ver el museo y a darme un paseo por lo que yo creí que era un barrio en el que las edificaciones pertenecían al estilo Art Nouveau y que resultó ser sólo una parte de París con algunas fachadas de ese tipo y otras, quizá interesantes pero sin alcanzar lo que hubiera visto si me hubiera fijado más en las indicaciones que me habían dado.




En el Museo de Arte Antiguo me encontré con San Sebastián, martirizado como tantas veces. En esta ocasión, una pintura de Memling. Casi todas las representaciones de San Sebastián y su martirio que he visto tienen un grado alto de erotismo. En el caso del cuadro de Memling sucede lo mismo, Obviando la expresión del rostro y la actitud elegante pero algo forzada de los brazos y atendiendo a la tenue curva de las caderas con el pantalón deslizándose suavemente hacia abajo permanecí un buen rato ante el cuadro hasta que, escuchando la opinión de quien no veía nada erótico en la escena, intenté explicarme pero ya se sabe que cuando se dan razones sobre lo que se siente o se percibe, eso que antes se miraba con tan buenos ojos se disuelve.

Juro que la postura y actitud del santo es así, como la he descrito, y me veo en la necesidad de jurarlo porque entro en internet, busco la obra y desmerece tanto la fotografía de la realidad que casi me arrepiento de lo que acababa de escribir y por supuesto, me arrepiento de haberla buscado. También debo aclarar que desde que era pequeña el cuerpo de San Sebastián me ha transmitido sensaciones que en mi niñez no sabía explicármelas pero que me encantaban tanto que, quizá algo inconscientemente, buscaba la forma de vivenciarlas. La culpa (len este caso al término culpa le quito el sentido negativo que le acompaña) la tuvieron las monjas. Ignoro la relación que tendrían ellas con San Sebastián y no quiero incurrir en falsos testimonio, que es pecado, pero todos sabemos...etc, etc,; es muy aburrido hablar del tema. La cantidad de veces que leí su historia entre todas aquellas que teníamos obligación de leer (culpa de nuevo de ellas) en los ejercicios espirituales con tanto niño y tanta adolescente torturados con todo lujo de detalles me producían miedo, angustia pero también mi cuerpo sentía un algo nuevo y extraño para mí.
Vamos que os invito, a los que no os identifiquéis con lo que digo, que seguro que los y las hay que sí. a que tecleéis martirio de San Sebastián en imágenes y ya veréis si tengo o no razón.

San Juan tiene un rostro totalmente actual en en La lamentación por la muerte de Cristo, de Petrus Christus, en el que la Magdalena aparece en un rincón del cuadro, sola, con el frasco de ungüento, inservible ya, a un lado, rumiando su dolor alejada del grupo principal en torno a Jesús y a la Virgen.
Ambos personajes son los más reales y cercanos de los que forman parte del lienzo. Y de ellos me quedo con la Magdalena, aislada, de espaldas a la terrible escena y a los demás teniendo junto a ella el objeto símbolo de su primer encuentro con Jesús. Es mi interpretación, probablemente diferente o incluso opuesta a las de los estudiosos del cuadro, pero al fin y al cabo lo que cada uno vemos o escuchamos en las obras de arte lo matizamos según somos o según nuestras circunstancias del momento, y eso es lo que nos vale y nos aporta en ese instante.

No sabía de la utilización por parte de Brueghel el Viejo de los símbolos que aparecen en los cuadros del Bosco. En La caída de los ángeles rebeldes tanto las figuras como los símbolos de los vicios, las virtudes e incluso los propios ángeles están inspirados en los cuadros del Bosco. No recordaba El triunfo de la muerte que está en el Prado y en el que acontece lo mismo.

Y uno de mis favoritos, Van Dyck, pero sólo en los retratos. Sus personajes hablan directamente al espectador y parecen esperar su respuesta. En el Prado hay un autorretrato que forma parte del cuadro:Sir Endymion Porter y Anton van Dyck que me enamoró, no por la belleza del pintor, que creo no es para llegar a tanto, sino por la complicidad que expresaba su mirada y que parecía estar dirigida exclusivamente a mí, es ahí donde radica esa cercanía que presentan sus retratos en general.




Pocos días en Bruselas, hace años que estuve con Alberto y nuestros hijos pero sólo nos dimos un paseo por la maravillosa Grand Place y las calles de los alrededores. Habrá que volver, no sólo por lo que pueda tener de interesante sino por su ambiente, más cercano a nosotros que el de Amsterdam.






2 comentarios:

Antonio dijo...

Coincido contigo en mi deseo de volver a esta ciudad. Si bien, Amsterdam me impresionó enormemente y me pareció bellísima, probablemente más incluso que Bruselas; ésta última me dió la impresión de una ciudad magnífica para vivir el día a día y explorarla más en profundidad, especialmente de noche.

Noches de luna dijo...

Sí. Amsterdam es más atractiva quizá por los canales. El agua siempre mejora las ciudades. Pero Bruselas me parece más acogedora, más natural y, como decías tú, más cercana a nosotros.