29 de abril de 2007

Andy


Mi parcela, con las últimas lluvias y el calorcito de días anteriores está esplendorosa; plantas rastreras que disurren compartiendo terreno con la hierba o cubriéndola y dejando un hermoso tapiz sobre ella. Abro la puerta y me encuentro con un ciempiés que intenta entrar en casa, voy a retirarlo con el pie y calculo tan mal que lo aplasto; no era mi intención, no me gusta matar a los bichos (salvo a las moscas y los mosquitos) pero parece que le había llegado la hora. Andy se hace viejita, ya no puede morder huesos ni pan duro, se mueve despacio casi arrastrando sus patas traseras, se cansa cuando, de pie, come el arroz y la carne de un cuenco y sus fuerzas no le dan para ir a beber agua hasta haberse repuesto de su fatiga. Pero se la ve feliz. Llueve y llueve y ella se empeña en estar fuera del porche o de su caseta, bajo el agua, como quien quiere disfrutar de todo aquello para lo que le dé el cuerpo y los años. Después se sienta en el porche y tirita un poco pero está contenta. Mi perra Andy es muy inteligente, creo que tengo que aprender de ella; me siento un rato a su lado y la miro, no se inmuta, parece observar el paisaje que tiene delante, sólo cuando me levanto para entrar en casa, alza la cabeza y me mira como diciendo ¡hola, no te había visto! Mi parcela, decía, está rebosante de vegetación, parece una selva; me gusta así, sin cuidados, con los troncos de los últimos sauces muertos descansando en el suelo o sobre otros árboles, una madreselva cubre un durazno que se secó hace años, la hiedra tapa por completo nuestra primera furgoneta con la que recorrimos una parte del mundo y que ahora guarda el motocultor y otras herramientas, una paloma se posa en el poste de la luz y una urraca otea el horizonte desde la punta del pino muerto, las hojas granate del prunus se distinguen al fondo, casi tapadas por la enorme copa del arce, un conejo cruza entre las acacias . Mi parcela está llena de vida y de muerte, por eso es tan bonita. Y ahora sale el sol, y llueve de nuevo. La vida.

Hace muchos años leía a mis hijos un relato sobre una pareja de ardillas; cada una era compañera de viaje de la otra, nada más; compañeras, estaban cerca pero cada una brincaba a su aire, “lo que más necesitaba la ardilla era un amigo y compañero de aventuras” decía exactamente el libro. Las palabras vida, aventura, libertad se mueven, pululan, bullen casi siempre anárquicamente dentro de mí. Hay veces que van cada una por su lado y otras en que se encuentran y, entonces, ffsssshhhhhhhh.... ¡BUM! me emborracho de vida. También, en ocasiones, la existencia se resume en un paseo tranquilo, la ardilla se encuentra un fruto en el suelo, lo agarra con sus manitas y disfruta de él. Así de sencillo y natural.



Otro recuerdo muy nítido es el de mi subida a Croagh Patrick, la montaña donde San Patricio se cargó a todas las especies de serpientes que existían en Irlanda,(por eso, lógicamente, ya no queda ninguna en la zona). Tenía, muy aferrada en mi interior, la conciencia de que un día me iba a morir y no me desagradaba en absoluto sentir esa idea de la muerte, no me producía tristeza, creo que por primera vez la observaba con entera naturalidad.


Con el paso del tiempo aquel momento se ha convertido en una imagen recurrente. Cuando siento la vida con una fuerza especial me surge, inexorablemente, la presencia de la muerte. Pero no como una amenaza sino unida a la emoción de la vida.

Me gustaría morirme como mi suegra, en mi casa, con la música de Serrat sonando bajita en la habitación (aunque yo la cambiaría por las canciones llenas de vida de Sabina), el calorcito de la chimenea y el abrazo de los míos.

Ya no llueve, salgo a la parcela, me llega el sonido de las ramas que se mueven un poquito empujadas por un vientecillo tímido, el olor de la tierra húmeda, de nuevo se oye a los pájaros, mi perra se sacude para quitarse de encima el agua que le chorrea por todo el cuerpo.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Una preciosidad tu Andy

Anónimo dijo...

Qué casualidad, querida amiga. Entro en tu blog, hacía días que no lo hacía, y encuentro esa referencia a Sabina... en el preciso instante en que estaba oyendo "A la orilla de la chimenea". Veo que sigues viva. Muy viva.

Anónimo dijo...

Julio, ¿conoces este haiku?

Hace sol
El patito está contento
Llueve
El patito está triste


Pues eso.. la vida

Anónimo dijo...

Victoria: claro que puedes enlazarme. Yo venía pensando en hacerlo (al revés) en mi blog: lo he hecho, pero si no te parece bien te quito. Bs.