20 de junio de 2015

"Discapacidades" y algún recuerdo

Roma, 20 de Junio de 2015


A mi amiga Reme.

No sufro ninguna discapacidad que me impida llevar una vida considerada "normal". Sufro otras, como todo el mundo , pero no son percibidas más que por mí o por personas cercanas y algunas veces ni siquiera eso. Las que se "ven" las sufren más de mil millones de personas en el mundo, lo acabo de leer en un artículo de Le Monde Diplomatique, no confundir con Le Monde, prensa de derechas, por favor.

Cuando yo era pequeña, por las calles de Segovia, ciudad en la que vivía, se veían a menudo ciegos, cojos, mutilados y también personas deformes física o psíquicamente a las que no se denominaba discapacitados. Cosas de los coletazos de la posguerra. Mis padres me enseñaron que no debía mirar a estas personas cuando se cruzaban conmigo pero a mí me costaba; era pequeña, me llamaba la atención todo aquello que se saliera de lo que  para mí era lo cotidiano, la "vida normal".
Tiempo después fuimos aprendiendo que las llamadas discapacidades, esa palabra que no le gusta a mi amiga Reme, no nos hacen diferentes. Ya no se nos va la vista hacia un ciego o hacia alguien que va en silla de ruedas, otra cosa es si se trata de una pareja de lesbianas o de una boliviana vestida con su traje andino paseando por Lavapiés o de una musulmana tapada de pies a cabeza, en esas ocasiones aún hay gente que mira descaradamente o, también descaradamente, deja de mirar aunque se dé de sopetón con alguien que demuestra pertenecer a otra cultura o que manifiesta otra orientación sexual. Y casi me voy del tema. 

Decía que creemos haber aprendido que las "llamadas  discapacidades " no nos hacen diferentes; pues mira por dónde resulta que sí. Se legisla, en el mejor de los casos, pero, como con tantas otras cosas, sin pensar a la hora de pasar a la práctica, con lo que nos podemos encontrar con situaciones absurdas como que un inválido, al salir de su coche en un aparcamiento hecho ex profeso para él, tenga que poner en funcionamiento su silla de ruedas en plena carretera porque su lugar está en el extremo que linda con dicha carretera, y hablo de un hospital, o que un ciego se dé de narices contra el suelo porque, cuando termine de cruzar tranquilamente porque el semáforo le ha avisado, se va a encontrar con un bordillo de padre y señor mío. Eso hablando de los países del primer mundo, ese que poco a poco se va convirtiendo en mundo de segunda categoría. Si nos referimos al tercer mundo ya... invisibles y, en muchos casos, dolorosamente discriminadas.

Este año, en septiembre se discutirá y aprobará en la ONU la agenda de desarrollo post 2015. ¿Finalidades en relación con las personas discapacitadas? Aplicación del desarrollo científico y tecnológico, inclusión plena en los sistemas educativos, salud accesible, inclusión laboral, visibilidad, accesibilidad en el entorno, lucha contra la discriminación. Veremos.

¿Y qué tiene que ver todo esto con mi viaje por el mundo? Pues que aparte de viajar en el sentido de moverme de un lugar a otro vivo mi vida cotidiana. Hasta la hora en que se pone el sol no hay quien se pasee por Roma. En nuestra minicasa, pequeña habitación de un hotel, la vida sigue su curso normal. Leo un artículo de prensa, me acuerdo de mi amiga Reme e, inevitablemente, porque me ha sucedido muchas veces ya, revivo una escena: estoy en un autobús en un pueblo de Malí esperando a que se llene y parta con destino a Bamako, a través del cristal de la ventanilla veo a un chavalín con una vara a la que se agarra un hombre mayor, ciego, que camina detrás de él. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas silenciosamente. No es solamente esa escena, es la acumulación de las vividas anteriormente a través de Senegal y Malí. La gota que colma el vaso.

Viajar es aprender, no sólo cómo era la decoración de las casas romanas, ayer en el museo Massimo, eso se puede aprender en cualquier sitio, aprender de la vida de la gente que puebla el mundo, de sus dificultades y de su alegría, canciones y bailes en todos los pueblos en los que se detenía el barco que nos llevaba a Tombuctu por el río Níger por ejemplo.

Frida Kahlo tuvo que pelear mucho pero vivía en un ambiente algo más favorable de lo habitual y era una persona con una gran capacidad de lucha y una fuerte personalidad. Stephen Hawking es una excepción en toda regla.




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