23 de septiembre de 2015

Éste es el viaje que me va. Entrada en Tayikistán

Istaravshan, Tayikistán, 21 de septiembre


Tayikistán es otro país. Sólo llevamos dos días aquí pero de momento el ambiente se parece más al de Kurdistán que a cualquiera de los otros países por los que hemos pasado. Las únicas similitudes con Uzbekistán son la burocracia, aquí rondando lo esperpéntico, y el sistema de gobierno dictatorial y corrupto. 

En Samarkanda, tras el plantón que nos dio el dueño del hotel con su taxi, fuimos por nuestra cuenta a la estación. Nada más bajar cinco o seis hombres nos rodean, cantan su servicio y comienza el regateo, pero ya somos unos expertos, además teniendo en cuenta el papel de la mujer en estos países a mí me resulta más cómodo, se dirigen a Alberto y es él el que se encarga, a mí me basta con decir sí o no. Discusión acelerada pero amigable, como siempre, el precio desciende más de la mitad de lo que piden, nosotros contentos y ellos también porque a pesar del regateo aún salen ganando. Después es el ajetreo de la conversación, a pesar de la dificultad para entendernos hablan por los codos y ríen como si todo fuera la mar de divertido y ellos los más felices del mundo. A poco menos de una hora de distancia a la frontera el coche dice que ya está cansado y hasta ahí ha llegado. "No problem" , frase favorita, el conductor llama a otro taxi y asunto arreglado.

"Sí problem" en la frontera. El primer poli de los cuatro que nos van a pedir el pasaporte en el lado uzbeko coge el mío con tal garbo que me lo deja bailando y en el siguiente paso se acaba de romper, la cubierta por un lado y el resto por otro. A Alberto ya le han sellado el pasaporte y como nuestra visa es de una entrada no puede volver a entrar a Uzbekistán. Con la ayuda de un mochilero ruso hablamos durante un buen rato y la solución que dan es que yo vaya a la embajada de Tashkent y me den un documento de tránsito temporal. Obviamente no nos sirve, al final conseguimos pasar bajo nuestra responsabilidad porque, nos dicen, si a los polis de Tayikistán no les sirve mi pasaporte ni podremos entrar ni podremos volver, así que nos tendremos que quedar a vivir en el paso fronterizo, je je, je, je. Nada menos que cinco son los polis que estudian nuestros pasaportes, el mío sólo resiste las delicadas manos de un jovencísimo y sonriente soldado que nos recibe tras la verja primera. Nueva discusión hasta que a uno le debemos de caer bien y nos permite el paso con el ademán de que la solución es pegar de nuevo el lomo. La entrada en estos países te pone de mal humor en un principio, ya está bien que nueve soldados investiguen tus datos y tus visados, pero después todo se convierte en una anécdota más. De momento el pegamento ha funcionado.

Una hilera de taxistas forma a la entrada de Tayikistán, se repite el regateo, subimos al coche y a los pocos metros el hombre empieza a subir el precio. Mi chico, que es un tozudo, no sólo se niega a ello sino que ante la insistencia del taxista abre la puerta del coche y amenaza con bajarse a la brava. Frenazo chirriante y resignación del conductor. Y es que mi hombre es más que divino.
Ahora el viaje es otro. Buscando el hotel aterrizamos en el bazar, éste si que es un mercado de verdad, fuera turismo, ni organizado ni nada. Pura vida tají. La multitud que vende y compra, los colores, el bullicio... y la agradable y simpática curiosidad de la gente que se acerca, pregunta y hasta quiere hacerse fotos con nosotros.

El hotel más adaptable a nuestro presupuesto es el del mercado, sesenta somanes, es decir, unos ocho euros la habitación. En él se hospedan los y las comerciantes, ellos en un ala y ellas en otra. Una habitación amplia, con ventana al mercado, water compartido, sin ducha. A las doce de la noche quitan la luz.

Comemos un pollo en un chiringuito del mercado y caminamos hasta la ciudadela; es ya de noche y sus jardines están llenos de gente, principalmente familias paseando. En el Mausoleo conversamos con el vigilante, un hombre de nuestra edad que al saber que somos españoles en seguida nombra con emoción a Dolores Ibarruri. Nos cuenta que participó como soldado en la guerra civil de 1992 y después, más sonriente, nombra a Diestéfano, su héroe de la infancia. No ha sido la cantinela de Real Madrid, Barcelona, Ronaldo, Messi, y se agradece. Cuando viajas emociona un poco poder comunicarnos con personas tan emotivas y con las que coincidimos en recuerdos infantiles y referencias importantes.

Presiento que vamos a estar a gusto en este país a pesar de la burocracia y de la corrupción y autoritarismo gubernamental que padece.

Hoy hemos hecho el trayecto entre Kohjand y Istaravshan compartiendo taxi entre otros con Xocuim, pronunciado Josián, maestra y madre de cuatro hijos con muchas ganas de comunicarse con la que ayudados por el traductor del móvil hemos mantenido una larga conversación. Orgullosa de su trabajo, nos ha enseñado el vídeo grabado en la fiesta de apertura de curso. Le pregunto por el funcionamiento de la enseñanza y la sanidad, dice que la enseñanza es gratuita de los siete a los once años, la sanidad sólo para los niños y los pensionistas, un médico cuesta entre cincuenta y quinientos somanes, de diez a setenta euros más o menos, todos pagan impuestos menos los pensionistas. Datos de la calle, la información de la guía y lo que encuentras en Internet es lo de siempre, corrupción, beneficios para los de arriba mientras hay, datos de hace unos pocos años, un cuarenta por ciento de paro y un sesenta por ciento que está en la línea de pobreza o por debajo de ella, mafias relacionadas con el contrabando de droga, presidente elegido eternamente en votaciones amañadas y que, sonriente y agitando la mano, saluda a sus súbditos desde los grandes carteles que con su fotografía jalonan la ciudad cada pocos metros.

Nuestra habitación de hoy tiene baño privado con ducha y lavabo sin agua y sucio retrete, pero tiene ventana, patio y un pequeño frigorífico. Nos vamos a comer.

Imágenes:
Istaravshan, mercado y paseo por la ciudad.
Secundarios tajis.
Con Xocuim, la maestra.


















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