8 de febrero de 2016

El lago Pukaki y el monte Cook

Parque Nacional Mount Cook, Nueva Zelanda, 7 de febrero de 2016


Teniendo en cuenta la densidad de población en Nueva Zelanda, la mitad debía de estar acampada en el camping del Parque Nacional Monte Cook. Ni una sombra para poner la tienda. Llegamos por la mañana desde el lago Pukaki, un lugar excepcional desde el que se divisa el monte Cook en todo su esplendor y los dieciocho picos de más de tres mil metros que le acompañan. Ayer, un día por cierto en el que me encontraba triste a ratos, plana en otros y sin ganas de hacer nada, la visión de estas montañas me hicieron salir de coche varias veces para fotografiar primero la cadena de los Andes neozelandeses y según avanzábamos carretera adelante el lago Tekapo con las montañas al fondo, después la estela de nubes que a lo lejos adornaba el monte Cook, las manchas blancas y luminosas de los glaciares, el contraste de éstas con el azul de la lago y el verde de sus orillas hasta que llegamos al lago Pukaki. Prados, abetos, en lago y al fondo la espléndida imagen de los tresmiles y la bellísima y resplandeciente mole del monte Cook. Alrededor del lago y en sus cercanías camping libre, una de las buenas medidas de este país para disfrute de sus gentes, los hay en abundancia, muchos de ellos con servicios e incluso con duchas. Allí nos quedamos, y pasamos la tarde y vimos atardecer desde las rocas que rodean el lago; en ese momento recordé una diapositiva de nuestro primer viaje a Suecia, en ella las siluetas de las sillas y la mesa de camping que llevábamos en nuestro cuatro latas daban el toque final a la imagen de una puesta de sol en la que el cielo era toda una inmensa mancha roja; aquí eran bandas que cruzaban horizontalmente el negro de la noche, algo bonito pero no tan espectacular, una no sabe cuál es el camino que toman los recuerdos cuando se presentan inesperadamente y sin una relación clara con el momento en que surgen. Ellas sabrán por qué en medio de toda una maraña enorme de flashes acumulados en nuestro cerebro se abren paso sin que nosotros, supuestos dueños de él hayamos participado en la elección.

Se estaba tan bien allí, y era tan bonito el lugar que hace unos minutos hemos decidido renunciar al paseo de mañana y marcharnos a dormir junto al lago Pukaki. Esta mañana cumplimos con nuestra obligada y querida caminata, en esta ocasión hasta el lago Hooker a los pies del monte Cook en el que flotaban cristalinos fragmentos de hielo desgajados de los glaciares,  lucía un sol espléndido y los numerosos caminantes descansaban, fotografiaban, daban cuenta de sus tentempiés y miraban el horizonte atrapados sin remedio por la belleza del lugar. En el camino de regreso mi cuerpo decidió por mí y, obedeciéndole, seguí su ritmo, pin pan pin pan pin pan a toda marcha, en un pispás llegaba al aparcamiento del Parque. Me lo pasé pipa sólo con el movimiento de mis piernas y el ritmo de los bastones golpeando el suelo.














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