Lilium pyrenaicum, Aigües Tortes Llevo cinco días sin salir de casa. Durante ese tiempo sólo he visto a una persona. Sin embargo percibo que la comunicación con el resto de los habitantes del planeta es tan amplia como si hubiera estado en sus ciudades, en sus casas, hubiera participado de sus conversaciones.
Sé que esto que escribo no es válido para cualquier momento, que también necesito ver, oír, tocar. Pero sí lo es en estos días. ¿Por qué? Pues porque a veces basta con la poesía para sentirse parte indisoluble del resto del mundo.
También a miles de kilómetros he hojeado el libro de José Antonio Marina Ética para náufragos, he sentido un cierto temor en un vuelo baratito de Malasia a Singapur y he paseado por la Little India boquiabierta ante la mezcla de fanatismo y primitivismo de una manifestación religiosa.
Panamá City
Y sobre todo he vivido con Ka, un a veces entrañable, a veces incómodo personaje lleno de dudas, que no sabe lo que quiere y se contradice equivocándose (¿o tal vez no?) una y otra vez en sus decisiones políticas y personales lo que le lleva a convertir su vida en un desastre excepto, no podía ser menos tratándose de un poeta, en los momentos plenos de vida que va sintiendo a lo largo de la novela cada vez que una inspiración repentina − en ese momento corta con lo que le rodea e inmediatamente se aísla en cuaqluier sitio, una escalera, una mesa de un bar, un banco, una calle vacía− le obliga a escribir verso tras verso sin respiro el poema que “le viene” (expresión literal de Pamuk). Y como soy un poco Ka según leía la novela me enfadaba con él como si le tuviera delante; pero un poeta no es un hombre de realidades y por ello no me hacía el menor caso.


1 comentario:
Como bien sabes, amiga mía, la poesía es un arma cargada de futuro, que dijo el poeta. Gracias por la referencia. Y por las magníficas fotos de tus viajes (que tan largos nos ponen los dientes...)
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