29 de marzo de 2016

Australia, malas vibraciones

Larapinta Trail, montañas McDonell, Territorio del Norte, Australia, 28 de marzo de 2016


Tengo ganas de marcharme de este país. Tiene sitios bonitos, llevamos una vida que nos gusta durmiendo donde nos pilla la noche, haciendo kilómetros de carretera desértica, comiendo lo que cocinamos... pero no me siento a gusto del todo en esta tierra; nuestro lejano amigo Oscar, perdido en el más allá de los años de juventud, diría que produce malas vibraciones, le tomo la palabra y me lo aplico. Sin más explicaciones; puede ser que esté echando balones fuera y puede ser que haya algo  en esta tierra que choque con mi espíritu. Vaya usted a saber.

Alberto me lee un fragmento del libro que escribió en nuestro último viaje por África y recuerdo con todo detalle lo que cuenta. La noche en que fuimos a coger el autobús de Zimbabue  a Malawi. Una noche negra en la que la estación de autobuses estaba como boca de lobo y llena de gente durmiendo mientras hacían cola para conseguir un billete a Zambia o a Malawi, a nosotros nos costó  más de un día de espera. Pero recuerdo tantas cosas de África... recuerdo clarísimamente la parada del autobús en la frontera con Zambia y cómo un empleado de un almacén próximo me llevó a lo largo de varios pasillos hasta el baño de los que trabajaban allí cuando yo ya no sabía cómo  solucionar mis naturales urgencias; recuerdo los paseos por las dunas de Namibia, la búsqueda de una óptica en la capital de Malawi para conseguir el líquido de las lentillas que había volado en la estación de autobuses  junto con el resto de mis pertenencias en unos segundos de descuido; el paso por los pueblos cercanos a Johannesburgo llenos de carteles incitando a que la gente se uniera para tomarse la justicia con sus manos, el pescado del puerto en Zanzíbar, la camiseta que me compré en Tanzania y que aún tengo, el hotel sucio y sin cerrojo de Durhan... hay viajes que marcan a fuego y otros en los que simplemente has paseado por un país con bonitos paisajes.

Llevamos casi diez meses danzando por el mundo, desde lugares tan cercanos a nuestra cultura como Cerdeña o Chipre hasta los lejanos países de Asia Central, esos que, como dice algún amigo terminan todos en tan y de los que no llegan noticias a Occidente. Sólo llevamos diez meses, decía y ya hay algunos de los que apenas recuerdo nada significativo y otros de los que sé que siempre me acordaré, Kirguistán, sus diferencias, pequeñas pero sustanciales marcadas en los alegres rostros de la gente a diferencia de los otros paises de la zona, más adustos y sufrientes en la misma pobreza materisl, la zona de Kurdistán en Turquía, sus hombres morenos de mirada profunda, y no es la primera vez, Indonesia, las calles de Yakarta y su celebracion del fin de año, el ambiente de Nueva Zelanda, no hay un único motivo para que un lugar deje huella, no es el caso de Australia.

Esta mañana un camino por la Ormeston Gorge y ahora la tarde cerca del monte Sonder al que subiremos de madrugada si las nubes que cubren nuestro cielo por primera vez en mucho tiempo no descargan sus rayos y truenos sobre nuestro campamento.














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