2 de julio de 2015

Clitemnestra y los quehaceres del viaje

Mystras, Grecia, 2 de julio de 2015


Eso que a veces se piensa de que viajando tienes todo el tiempo del mundo... Pues que va a ser que no, que algo tiene una que currar. Busca hotel, entérate de los horarios de los autobuses, compra al menos el desayuno, y la comida o la cena cuando tienes ocasión de comer o cenar en la habitación del hotel. 
Y yo quizá menos porque tengo la necesidad de tomar posesión del lugar y de la habitación, lo que también me lleva mi tiempo. Mira que me he levantado quejica hoy...

Estamos en Mystras, una de las ciudades de los últimos tiempos bizantinos más importante. A partir del momento en que los turcos la conquistaron perdió todo su esplendor y fue abandonada a su suerte, en 1952 fue declarada sitio arqueológico, ahora está en la lista del patrimonio universal, y lo que queda son cuatro casas y los cafés, hoteles y restaurantes para turistas. ¿Y qué turistas? Ya nos venía extrañando tanta soledad en los hoteles, hoy nos decían que hay muchas cancelaciones, no sé qué es lo que le asusta a la gente. 

Aquí sigue viniendo el pescadero, el carnicero y el frutero como sucedía en Xedrez, la aldea asturiana en la que vivimos hace más de treinta años.

No recuerdo dónde escribí mi último post, creo que lo último relativo al viaje fueron las fotos que puse del museo arqueológico de Atenas. Desde allí nos fuimos a Argos, la patria de Agamenón y Clitemnestra, esa mujer tan denostada por su crueldad a la que he redescubierto leyendo de nuevo a Esquilo. Era cruel, sí, pero Agamenón se había largado a la guerra a pelear con los troyanos vengando la supuesta mala acción de su cuñada Helena, supuesta porque se había enamorado de Paris y a saber cómo le iba con su marido Menelao; para más inri había sacrificado a su hija Ifigenia con el fin de que los dioses permitieran continuar la travesía por mar hacia Troya. Vamos que Clitemnestra lo tenía claro, su marido además de abandonarla por un asunto de supuesto honor había matado a su hija, la más amada, como cuenta ella después de asesinar a Agamenón. Mujer cruel, fuerte y de valiente personalidad sabía lo que quería.

Y en Argos, ciudad pequeña algo sosa durante el día, plena de actividad por la noche, terrazas a rebosar, niños jugando al fútbol en la plaza hasta más allá de las doce de la noche, no como los nuestros a los que hay que proteger y a los que no se les permite jugar con un balón en las plazas; en Argos, decía, estuvimos tres días porque nos apeteció y porque, como no sabemos el día en que  vivimos nos equivocamos de fecha al reservar el hotel y llegamos un día antes lo cual no importó ya que, como he dicho antes, el hotel estaba prácticamente vacío. 

Por cierto, ¡qué alegría tienen los griegos encima! Hasta en las colas de los cajeros, esas colas interminables que dicen los periódicos en España y que no lo son tanto, están sonrientes y dicharacheros. Amabilidad y sonrisas a diestro y siniestro.

Visita a las ruinas de Micenas, paseo por Napflio y marcha a Mystras.
Mañana caminaremos al amanecer hacia el monte donde está la antigua fortaleza. Buen paseo con buen desnivel.













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