4 de julio de 2015

De porteros infiltrados y Mystras, ciudad bizantina

Kardamyli, Grecia, 4 de julio de 2015


Seis horas de espera en la estación de autobuses de Esparta. A las siete y media cogimos el autobús en Mystras, nos habían dicho que el de Kalamata salía a las nueve, pero hoy es sábado y no hay hasta las dos y media, primer "contratiempo" del viaje. Está bien, así nos vamos acercando a lo que nos espera a partir de Turquía.

Me duele el menisco derecho, mala señal para los dos días que pasaremos en Kardamyli, días de caminar por la costa y por la montaña. Supongo que la culpa no la tiene la subida de ayer al monte donde está la fortaleza de Mystras, sino la bajada por las ruinas de la ciudad antigua. Los turistas lo hacían al revés, el autobús les dejaba abajo y tenían que subir hasta la fortaleza a pleno sol, ya se sabe que los viajeros organizados no madrugan. Les esperaba un buen trabajo de piernas bajo un sol de justicia. Nosotros habíamos subido por un camino a través del bosque no sólo agradable por la sombra que nos permitía disfrutarlo, también porque es un sendero bien trazado y precioso. Hay que madrugar para hacer estas cosas, levantarse antes del amanecer y salir con la fresca.

La descripción del lugar ya la ha hecho mi compañero de viaje por la vida y por los caminos, y muy bien por cierto, así que me la ahorro y me remito a su blog http://elchorrilloviajar.blogspot.com.es/2015/07/camino-de-mystras.html?m=1. Con esa diarrea de escritor que tiene siempre se me adelanta.

Escuchaba hace días uno de los podcast de Videodrome. Las reflexiones y la información que, siempre con una altísima calidad, escribe Gregorio Parra partían de la película de Berlanga La escopeta nacional, quizá una de las más flojas del director, de un periodo que no alcanza la calidad de sus primeras películas, pero que Parra utilizaba con acierto para recordar y aportar datos sobre el franquismo de los años sesenta, como las luchas de poder entre los tecnócratas del Opus, los falangistas y el reformismo de Fraga, la "operación príncipe" promovida por Carrero Blanco y alguna otra cuestión social y, por otra parte, analizar la imagen de la clase empresarial y la decadente aristocracia representada en la película por un empresario catalán que quiere montar un negocio de instalación de porteros automáticos a nivel nacional y sus relaciones con los marqueses que organizan la cacería y con los políticos que acuden a ella, otra imagen, la de la caza, utilizada en más de una ocasión  como referencia al franquismo; costumbre, la de la caza, que en la etapa democrática sólo se ha remozado y que sigue siendo lugar apropiado para prebendas y negocios de altos vuelos.
Un hecho que yo no conocía de la época franquista y del que me enteré escuchando Videodrome es la utilización que la secreta, la policía política, hacía de la profesión de porteros infiltrando agentes en las porterías de determinadas viviendas. 

Y eso me llevó de nuevo a mis recuerdos, tónica que empieza a ser habitual en mis posts. Cuando yo tenía seis o siete años mi abuelo era el portero de la finca donde vivía alguna que otra personalidad del momento como José Banús y un pariente muy cercano de Franco que yo siempre idéntifiqué con su hermano Nicolás. No quiero decir que mi abuelo fuera un infiltrado, no tengo ni idea, pero lo que recuerdo con gusto son mis ratos en la puerta del edificio con los chóferes de los inquilinos, más pacientes que el santo Job aguantando a una niña a la que le encantaba hablar con ellos entre saltos y saltos a la comba. Lo negativo de aquello eran los intentos de mi madre para que no estuviera con aquellos simpáticos chóferes. Los motivos no los conozco, podía ser precaución o podía ser unos deseos frustrados de pertenencia a una clase social que no nos correspondía; ambas  cosas eran propias de mi madre.

Nos quedan más de tres horas para que salga nuestro autobús. Comentamos que podemos estar a gusto en cualquier lugar el tiempo que sea. Leer, escribir, escuchar música, mirar al tendido o estudiar son cosas para las que sirve cualquier sitio.
















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