5 de noviembre de 2015

Paseando por Xian

Xian, 28 de octubre de 2015


Hablaba en algún post anterior de la experiencia de viajar basada en el conocimiento directo de las costumbres y hábitos diferentes de cada país o etnia. Quién me iba a decir que yo, una enamorada de las ruinas, restos históricos y yacimientos arqueológicos iba a sustituir los guerreros de terracota de Xian o el museo de historia de Shaanxi por los paseos por la ciudad mirando, observando y fotografiando. Las calles de las ciudades con su gente son el verdadero museo que no sólo aporta conocimiento sino, y principalmente, una empatía con el género humano que propicia el sentirte parte de ese lugar que recorres con los sentidos y los sentimientos a flor de piel.

Los sentidos; le decía a Alberto, bromeando, que es una lástima que no podamos recoger un poquito de lo que olemos, saboreamos y rozamos en nuestros paseos o nuestros recorridos en medios públicos; no importa, las fotografías, cuando después de tiempo se vuelven a ver, de alguna manera nos trasladan al lugar, al ambiente vivido, y esos olores, los platos que has comido, el contacto con la gente, el sonido de las calles unas veces se unen en el recuerdo y otras cobran fuerza por sí mismos; "huele a India" hemos dicho en más de una ocasión o "este ambiente lleno de música es el de las calles de Lima".

Y eso es viajar, sorber cada día lo que el lugar y las gentes te ofrecen, después podemos razonar y poner en palabras cuestiones políticas o sociales pero en realidad eso ocupa un segundo lugar en nuestras vivencias viajeras.

Es bonito conocer de primera mano las costumbres de cada lugar, comer lo que la gente del país come, trasladarse de un sitio a otro en el mismo medio de transporte, escuchar la mismas músicas o la llamada del muecín o la megafonía de las ciudades chinas, cruzar las calles a la brava o esperar pacientemente a que el semáforo se ponga en verde, hacer cola para sacar un billete o formar parte de la masa que se aglutina frente a las taquillas... Paseos como el de hoy me devuelven a mi vida viajera y hacen que me ría de los malos humores que me acechan a veces cuando utilizo la razón y me empeño en que las cosas tienen que funcionar con lógica. El último ejemplo, no entender y por tanto fastidiarme que, en el tren, el ocupante de la litera de abajo se tumbe durante el día y los de las superiores nos tengamos que buscar la vida. Pero si lo hacen todos... Alberto me decía si quería cambiar las costumbres de los más de mil millones de chinos que pueden viajar en tren. Y es cierto, se me olvida que si hay un bicho raro en el tren ese bicho raro soy yo, no el resto del pasaje.
Viajar, vivir en el mundo... y yo que me creí que no necesitaba más que mi huerta y mis gatas...

Día fotográfico, algunas fotos del paseo por Xian, el barrio musulmán y la pequeña pagoda.


































































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